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Por aproximadamente seis horas el Presidente de la República se dirigió al Congreso Nacional y a la nación, resta criticar que un palabrerío tan ampuloso no era necesario y debiera recordarle su Vicepresidente que los discursos de los caudillos a lo Fidel Castro ya son cosa del pasado.
La investidura presidencial puede decir todo lo que guste de su gestión, de la “nacionalización”, de sus políticas sociales, de la lucha contra el analfabetismo y seguramente recibirá su buena cuota de felicitaciones por ello, pero no deben quedar en el tintero una serie de factores que también marcaron su gobierno, así pues la polarización es quizás la palabra que más simboliza el cambio que Morales tanto defiende.
El racismo del cual el mismo Presidente manifiesta ser victima es fruto de su propia boca, ¿acaso no es él quien menciona a diestra y siniestra que las diferencias de los 500 años pesan sobre el pueblo indígena por la culpa de los oligarcas que su equipo gubernamental identifica tan claramente en la gente con la tez un poco más clara?.
“Vamos bien porque vamos juntos” dijo el mandatario, pero eso es falso, la nación boliviana está dividida hasta el tuétano y ello es fruto de sus complejos andinos y la discriminación hacia el oriente que demuestra cada día.
Tampoco fueron parte de las seis horas del Presidente los enfrentamientos del 11 de enero del año pasado en Cochabamba, no se mencionó a Sucre y sus muertos, no hubo una reflexión en torno a su responsabilidad respecto a la inflación, no existen para el Presidente los 33 muertos que ya pesan en su haber, de igual forma sigue siendo Cuba la nación más beneficiada con el tema de sus médicos en desmedro de los profesionales bolivianos, ni que decir del Bono Juancito Pinto que al estilo del Bono Sol es una prebenda que busca consolidar votos a favor del MAS, tampoco está la ilegalidad en la que se aprobó la Constitución Masista con una ley que le facultó a trasladar sus sesiones fuera de Sucre en la que los (ya famosos) grupos sociales impidieron el ingreso de la oposición, o con un texto constitucional que ni los asambleístas oficialistas conocían (“bajen (las manos)” les debía repetir la Presidenta de la Asamblea Constituyente cual si fuesen animales amaestrados), no menciona a las autonomías ganadas democráticamente por los Departamentos de la Media Luna y que él tanto trata de destruir, así no existe mención al acoso al Poder Judicial y el desmembramiento del Tribunal Constitucional, nadie dijo nada sobre los cientos de ciudadanos que día a día se van del país y a cuya consecuencia quedan familias destruidas (sin mencionar las altas tasas de violaciones y abusos a menores cuyos padres están en el exterior), ni que decir del campo económico (materia en la que poco se hace) y que puede convertir a Bolivia en un lugar inestable y ajeno a la inversión tanto local como internacional.
Más allá de las palabras Sr. Presidente debemos de hablar de hechos, de dejar de lado las tan mentadas alusiones a diferencias entre los bolivianos, porque nacionales somos todos independientemente del color de la piel, evitemos las imposiciones por mucho que las “bases” así lo exijan, el diálogo es la única forma posible de desarrollo y en esa lógica Usted puede llegar a ser un gran Presidente, no por ser indígena o por dar discursos largos, sino por unificar al país y hacer de Bolivia una nación de progreso con bienestar para todos sus ciudadanos.
En tanto esa actitud no se presente ningún discurso en el que se hace omisión de aquellos problemas diarios con los que nos enfrentamos no es un discurso válido.
Con seis horas… no me convenció Sr. Presidente.

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