Había una vez un MAS


Había una vez un MAS, sostenido en una base social amplia - que en los más de los casos está acostumbrada a obedecer sin mucho razonar - obsesionado con sostener el poder a largo plazo bajo la lógica del inicio de otros 500 años (pero de dominación indigenista) y más importante aún con plata, y ésta última es la mejor de sus herramientas. A la par es el que maneja el mejor marketing político, su discurso del “cambio” es inmejorable, atrás quedan el “Sí podemos” o los lemas positivistas que estuvieron tan en boga en la década de los 90.
Este MAS nace inicialmente como brazo político de las Federaciones del Trópico, que luego y respaldado en el tedio que el pueblo presenta frente al “político tradicional” lo apoya masivamente en las elecciones, ni el mismo Morales imaginaba tal resultado, ahí debe de asumir la responsabilidad de iniciar gestión y en lugar de cumplir su promesa del cambio llena las dependencias públicas con lo mismo que hacían los partidos políticos de antaño a los que él mismo criticaba, politiza todo lo que toca, inserta masistas en todo lo que se puede y amparado en su discurso racial infla el odio entre campesinos y citadinos bajo el rótulo de que el oligarca es de la ciudad y usa corbata y el revolucionario es indio y ahora le corresponde mandar. Sus bases le creen ciegamente y tal cual en el 52 hacen lo que se les dice cual mansos corderitos, pero igual pueden votar en masa que matar o atacar al que piense distinto que el MAS, entonces tras el 11 de enero y la matanza en Sucre la clase media que lo apoyaba le quita su respaldo, entonces pierde.
Su principal meta es mantenerse en el dominio del gobierno, incluso a costa de poner en riesgo la existencia misma del Estado, todos trabajan para mantener al líder en el poder, se alienta una Asamblea Constituyente dedicada a perpetuar en el poder al caudillo, de ello depende que el MAS siga vivo, pero su intento fracasa y nuevamente pierde.
Recibe cheques inflados en petróleo para sembrar en el país la revolución bolivariana y regala dinero a diestra y siniestra, se pierde en ser servil al Gobierno Venezolano y a pesar de que la plata compra lealtades su imagen sigue en franco descenso.
Su mensaje del “cambio” se pierde en el alza de los precios pues el MAS se olvidó de la economía, de sus reglas, de su gestión y responsabilidad, el pueblo que votó por él se da cuenta que lo único que el MAS quiere es poder, no le interesa otra cosa, no ve el daño que hace, toma medidas políticas para aplastar al enemigo, olvida las finanzas y deja en el bote de la basura su interés por un futuro mejor para todos y mantiene únicamente vivo el slogan de la lealtad al líder y su proyecto. De nuevo pierde.
Termina entonces deslegitimado por gran parte de la población que en su momento votó por él y que ahora está arrepentida, perdió la Prefectura y la confianza de Sucre, definitivamente es rechazado por Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, Cochabamba ya no es su bastión de los años dorados a excepción del trópico Chapareño, Potosí se revela a través de sus empresarios y ya habla de autonomía, solo le restan Oruro y La Paz, y en esta última la cosa dista mucho de la visión existente en la ciudad y El Alto.
Poco queda del Evo pueblo, héroe de la clase humilde que cual libertador pretendía refundar al país más pobre de América Latina.
En resumen la incapacidad que el MAS ha demostrado en su gestión de gobierno le cuesta y le cuesta mucho, tarde notarán que la sexualidad de las piedras andinas, las arrugas bibliográficas de las sabios aymaras y los constantes y reiterados abusos de sus 3000 campesinos que van de aquí para allá amedrentando a todo el que piense distinto, han terminado por mostrar un gobierno respaldado únicamente en la imposición, hipócrita hasta el tuétano y admirador de los asesinos de perros.
El único culpable de que el MAS esté de bajada es él mismo, su falta de sapiencia, su poco respecto al pluralismo, su violento accionar han hecho que el cuento de hadas que ayer vivía el Presidente sea hoy en día una terrible pesadilla que no se sabe como terminará. Evo está lejos de un “vivieron felices para siempre”.

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