¿Diálogo o Guerra Civil?


Las naciones desarrolladas ni siquiera tienen que plantearse tal interrogante, por supuesto que el diálogo es la única salida a la existencia de problemas, sin embargo en Bolivia la cosa se pinta distinta.
Roberto Aguilar, otrora Vicepresidente de la Asamblea Constituyente, planteó este dilema en ocasión de su visita a Berlín y dejando una estela de duda sobre el futuro de la nación.
Todo pasa por que la imagen que mostramos al mundo es negativa, somos noticia por las masivas amenazas de paros (cívicos, de transporte, sectoriales, etc.), bloqueos en rutas nacionales o internacionales, la expulsión de USAID del Trópico de Cochabamba, los enfrentamientos por la toma de espacios de poder, los atentados a medios de comunicación, las elecciones “al cohete”, los referéndums autonómicos, la producción de coca, la pobreza, la matanza de perros, el desorden, el exceso de basura, la carencia de calidad en nuestros trabajos, el bajo nivel educativo, el preocupante desarrollo humano y - por supuesto - el referéndum revocatorio; todo esto demuestra al planeta entero que seguimos viviendo en el siglo pasado, que elegimos la ruta del desastre y no la del progreso.
Nos quejamos de la situación del país (siempre lo hicimos) pero no asumimos nuestra propia responsabilidad. La indisciplina y el caos en el cual navegamos cotidianamente es en gran parte responsabilidad nuestra, fue nuestro voto el que puso a Morales en el Gobierno, son nuestras actitudes las que día a día evitan que el país avance hacia un futuro mejor, son nuestros dirigentes quienes faltos de visión siguen viviendo en la locura de la lucha entre izquierda y derecha, es nuestra idiosincrasia la que nos impone taras que día a día debemos tratar de superar.
Las y los bolivianos somos poseedores de una razón que poco tiene que ver con la lógica, hemos privilegiado a la política en vez de la economía, pretendemos valorizar lo indigenista encima de lo académico, exaltamos la viveza criolla y hacemos mofa de la responsabilidad, en Bolivia lo que en el mundo desarrollado es bueno aquí es malo, vivimos en una suerte de desparramo de lo correcto.
Hoy, ya establecida de manera formal como una nación en permanente crisis, nos debatimos entre guerras políticas que bien pueden derivar en la violencia, en cuyo caso nadie habrá ganado.
El diálogo no pasa por sostener una Constitución Política que no tiene respaldo pleno y que surgió como por “arte de magia” en Oruro, luego de que en meses las y los Asambleístas no pudieron siquiera redactar una línea, tampoco pasa por revocar el mandato del Presidente o los Prefectos, peor aún por – de forma unilateral – declararse autónomos y pretender tomar instituciones, todos estos factores solamente ahondarán la crisis y consolidarán esta imagen que tenemos de país inestable.
En esta lucha destacan PODEMOS y el MAS como fuerzas políticas formales y las regiones (principalmente la media luna ampliada) como fuerzas políticas informales, en los más de los casos considero que no son dignos representantes de lo que Bolivia necesita o quiere, ni Branco, Rubén Costas, Manfred, Tuto, Evo o todo su Gabinete en pleno son soluciones a la crisis nacional. Todos ellos olvidan que la Patria es algo que va más allá de ideologías políticas o de intereses particulares.
La Patria es el campesino que quiere producir en mejores condiciones sus tierras, el trabajador de corbata que pretende estabilidad laboral y un sueldo decente con el cual poder vivir, el empresario que invierte su capital y espera seguridad jurídica y económica, el estudiante que busca calidad académica, la ama de casa que quiere mantener un hogar sano y libre de temores, es aquel niño(a) que desea jugar libre en un parque y sentir la seguridad de que tiene a su familia cerca (no en otras latitudes por falta de trabajo).
Señores, Bolivia necesita soluciones, no políticos, requerimos de amor a la Patria no Evos, Tutos, Prefectos ni Gobernadores.

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