¿NarcoBolivia?


La reciente guerra entre la Iglesia Católica y el Gobierno Central ha puesto en el tapete un tema de alta preocupación para todos, el real crecimiento del narcotráfico en nuestro país y los riesgos que esto conlleva.
Hechos recientes como la expulsión de la DEA (Drug Enforcement Administration) se perfilan como una invitación a la conformación de entidades ilícitas como los famosos carteles de drogas.
En términos generales un cartel es una gran organización ilícita que puede aglutinar a otras organizaciones menores que se protegen entre sí y se reparten territorios con el fin único de realizar sus actividades criminales, de esta forma en la historia tuvimos la presencia de grandes carteles como los colombianos (Cárteles de: Medellín, Cali, Costa Atlántica) o los mexicanos (Tijuana, del Golfo, Juárez Guadalajara entre otros).
El caso mexicano es uno de los que más comentarios trajo últimamente debido a la extrema violencia con la que estos grupos se han venido enfrentando. Datos estadísticos indican que de cada cinco habitantes urbanos dos han considerado irse debido a este problema y que incluso ya se habla de una “narcocultura” que tiende a glorificarse entre la juventud.
En México la estrategia de lucha contra los cárteles de droga ha sido tomada por el ejército, y no es para menos ya que las cifras arrojan datos espeluznantes como que en el 2007 hubieron 2.700 ejecuciones o asesinatos relacionados con este tema y que en lo que va de este año la cifra ya subió a más de 3.000 decesos, la prensa de ese país estima que cada 85 minutos hay un asesinato.
El problema del narcotráfico en México ha ingresado en sus estratos sociales a través de la música, la ropa, el lenguaje, la vestimenta, las joyas, las armas, etc. El narcotráfico mexicano se ha visto reforzado a mediados de la década de los 80 cuando la cocaína colombiana inundó los mercados estadounidenses y para hacerlo empezaron a utilizar las rutas de los marihuaneros mexicanos. Esto provocó el crecimiento raudo y veloz de los carteles mexicanos que reemplazaron a los ya desarticulados carteles colombianos.
Otro factor preocupante en México es que el consumo interno se ha disparado, por supuesto, si existe droga para ingresar en Estados Unidos ¿qué puede evitar que los ciudadanos locales también puedan acceder a ella? De este modo en Tijuana existen alrededor de 200.000 adictos (casi siete veces el Felix Capriles lleno de tope a tope).
A su par el flujo de droga que México mueve a Estados Unidos está valuado en unos 14.000 millones de dólares al año, hecho que por lógica mueve corrupción, muerte y tiene aspectos tan deprimentes como el uso de niños para comercializar la droga (narconiños) y que terminan convirtiéndose en adictos.
A nivel de la prensa, México es considerado el segundo país más peligroso del mundo para los periodistas, superado únicamente por Irak.
¿Qué de todo esto podría suceder en un país donde no existe un riguroso control que pretenda exterminar el narcotráfico? Seguro que en el caso particular nuestro no somos la “puerta” a un mercado tan masivo como los Estados Unidos, pero el narcotráfico entendido como la organización criminal que representan los carteles de drogas bien podrían encontrar asidero en un nación sin la regulación ni el control adecuado.
Si el Gobierno pretende formar una nueva organización que combata las drogas debe pensarse que ésta tendrá que suplir las redes coordinadas con otros países y a la par contar con un presupuesto real que permita liquidar las actividades ilícitas y a quienes las promueven.
La muerte de un policía a manos de grupos de narcotraficantes es altamente preocupante y a pesar de que la cosa puede no ser tan terrible como lo fue en Colombia o lo es en México es prudente destacar que todo país requiere de esfuerzo para acabar con los narcotraficantes, en esto - sobretodo - la advertencia del Cardenal merece ser escuchada ya que el Gobierno debe demostrar ese esfuerzo más allá de la retórica amedrentadora y anticatólica del Viceministro Llorenti.

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