Más allá de la Constitución


Más allá de lo que vaya a suceder mañana debemos tener presente que las civilizaciones son más ricas en la medida en que el raciocinio se impone por encima del odio y la violencia, mientras más estables seamos mejor nos irá. Hemos ingresado a una etapa en la que marcadas posiciones han dividido al suelo patrio, una época en que somos más cambas o collas que bolivianos, instantes en que uno es o “masista” u “oligarca”, ahondando divisiones y problemas que han desangrado a familias bolivianas.
Bolivia es una porción de tierra en la que viven lado a lado hermanos, con costumbres diferentes, con colores de piel distintos, con hábitos variados pero con el mismo corazón, con el mismo amor por esta tierra, con el único deseo de ser felices y progresar.
Más allá de la Constitución está ese boliviano que en el fondo no sabe – quizás – ni la mitad de los artículos de la Constitución, que usa abarcas o corbata con la misma simplicidad con la que baila en carnaval o llora con un gol de la selección nacional, ese sujeto que puede llegar a matar cuando está camuflado en la multitud y que puede ser el mejor anfitrión cuando recibe visitas, el boliviano que es considerado el “buena gente” de Latinoamérica, el que no es “buscaproblemas”, el que trabaja de sol a sol para poder darle a su familia un poco de cobijo y cariño, el que – lamentablemente – bebe al extremo olvidando sus responsabilidades y en toda fiesta, el que come como rey por tan pocas monedas y a veces incluso quiere más, el que ni bien termina una fiesta ya está organizando la siguiente, el que ama a sus hijos más que a su propia vida, el que deja de lado la pena por los problemas cotidianos pero que se autocompadece con una facilidad impresionante, el que discrimina al propio boliviano en favor del extranjero, el que invierte con el sueño de tener su propia independencia, el que canta y baila con fervor “Viva mi patria Bolivia” pero tristemente se enmudece con el Himno Nacional, el que disfruta una buena cerveza y la exige más fría que en la misma Alemania, el que dice que tenemos todo y no conoce realmente el mundo o el que dice que no tiene nada y usa el mismo criterio, el que repudia la injusticia porque le parece aberrante, el que camina sin problemas calles de calles por una moneda menos, el que abusa de la “viveza criolla” y que a pesar que reconoce debe superarla no lo intenta, el que sabe que la “hora boliviana” es lo más negativo que tenemos pero igual tropieza en la misma piedra y finalmente el que bien sabe que “en Bolivia todo pasa y no pasa nada”.
Más allá de la Constitución, más lejos de los discursos encendidos del Presidente, más profundo que las amenazas de la Media Luna, más allá está la unidad de Bolivia, de los padres, madres, hermanos, primos, tíos, hijos y abuelos que viven tanto en Santa Cruz como en Oruro, tanto en La Paz como en Tarija, tanto en Cochabamba como en Pando.
“Hemos perdido el enfoque” dije alguna vez y me ratifico, nos ocupamos de destruir nuestra unidad que era algo que teníamos bien plantado y ahora cada ciudadano ha perdido su nación y se ha dividido en muchas otras que responden a intereses o líneas políticas y en ese camino quedamos simplemente a un lado de la vía del progreso, del desarrollo. “La unión es la fuerza” dice nuestra moneda, cuán lejos de la realidad queda hoy ese lema que antes era casi un himno.
Bien sé que no estoy de acuerdo con un texto constitucional que ha divido más que unir, pero también sé que mi obligación como ciudadano es respetar, y eso debemos hacer todos sea cual fuere el resultado mañana, respetar más allá de nuestra frustración o impotencia, más allá de todo aquello que nos enceguece y nos divide, debemos respetar y exigir que se nos respete, exigir que se respete nuestra vida, propiedad, herencia, religión y costumbre, exigir que podamos vivir en paz independientemente de que sea el Sí o el No triunfador de esta contienda, debemos de ser lo suficientemente maduros como para reconocer que en democracia se vive mejor y eso solo depende de nosotros.

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