San Juan, hoy por hoy


El alma de los pueblos bien puede encontrarse en sus tradiciones, en sus bien aventurados éxitos y en sus derrotas, que son por lo general, de conocimiento público. El catalizador más exacto de la tradición es la comunicación oral plasmada de boca a boca entre los abuelos, los padres y los hijos, así se recuperan las ideas y procesos establecidos desde mucho antes que la memoria, de los hoy vivos, pueda siquiera pretender recordar. Dentro el cúmulo de tradiciones que se han heredado en Bolivia, queda la de San Juan, festividad que en antaño sometía a miles de troncos y ramas de árboles a una quema pública rodeada de un ambiente familiar y matizado por ponches, bebidas y comida que reunía a todos los integrantes de las familias en la denominada: Noche más fría del año.
Claros quedan aún los recuerdos en la mente de los ciudadanos, de inmensos troncos parados en la calle, quemados y humeantes, a cuyos pies ardían ramas menores y leña comprada en el día, con madres y padres quemando fotografías recortadas de los avisos de los periódicos aún en blanco y negro, a fin de poder obtener un milagro del fuego cuando arrojaban la imagen pretendiendo su primer automóvil o casa, e incluso billetes de alasitas que consumidos por el fuego serían devueltos en dinero real, contante y sonante, en beneficio del creyente. Los niños saltando alegres y emocionados por el fuego, buscando restos de carbón para poder caminar sobre ellos con agilidad demostrando su valentía, al fondo hileras infinitas de hogueras se veían en las calles de las ciudades bolivianas mostrando una rica tradición que poco o nada se preocupaba de temas como el medio ambiente. Al día siguiente las calles de las ciudades eran espesas aglomeraciones de humo que uno podía cortar cual pastel debido a su consistencia, los cerros cercanos no se distinguían así como no se podía ver de una terraza a la otra, a nadie excepto a su madre le interesaba lo que un bebé pudiese sentir cuando no podía respirar, o un niño con asma, o un anciano, la gran mayoría prefería recordar el ponche y la comida consumida hasta el amanecer e ignoraban el daño que se causaba.
El pasado veintitrés de junio demostramos una vez más que la tradición se sigue imponiendo en Bolivia por encima de la razón, si bien ya no se ven las infinitas hogueras, ahora es el estruendo de los cohetes lo que muestra nuestra ignorancia plena, ya no quemamos troncos, preferimos consumir chorizos, pero seguimos siendo lo suficientemente irresponsables como para promover en nuestros hijos el uso de cohetes que contaminan igual. De nada sirve que el alcalde Castellanos envíe un mensaje a la conciencia si en las esquinas de las principales avenidas de este Valle se siguen comercializando a diestra y siniestra todo tipo de artilugios y cohetes contaminantes, poco o nada puedo esperar si el arca sigue abierta y un padre irresponsable solo debe estirar la mano para entregarle a su hijo un arma de humo y riesgo.
Más atrás en el tiempo y siguiendo la misma conclusión de la reunión realizada en Alemania sobre el medio ambiente, podemos afirmar que la Cumbre Climática de Tiquipaya fue un show mediático montado con fines políticos más que ecológicos, si en el propio país no respetamos el medio ambiente será difícil que otros lo hagan. Con razón la noticia de dicha Cumbre no fueron los resultados de sus mesas de trabajo sino las afirmaciones del presidente sobre el pollo y la Coca Cola, más aún resulta evidente que la presencia internacional no existió y que lo único que se vio fue un nuevo ejemplo de Democracia Morbosa con masas humanas inconscientes e ignorantes, únicamente hábiles para gritar vítores a quien se le ocurra rebuznar mejor y ajenas a cualquier mensaje medioambiental.
San Juan, hoy por hoy, sigue dañando tanto como el de años atrás.

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