El silencio del ciudadano de a pié


El ciudadano de a pié, el trabajador, el empresario, la ama de casa y hasta el funcionario gubernamental comentan a diario los problemas que acarrea la escasez de productos, la falta de azúcar, cemento y el incremento en los precios fruto del gasolinazo del fines del pasado año, ese comentario es común en las tiendas de barrio, el supermercado y en la mesa del almuerzo. Extraña, sin embargo, que a diferencia de otros años (con lógicamente otros gobiernos) en el fondo “nadie diga nada”, no se ven las marchas que se vieron en ocasión del pretendido impuesto al salario del gobierno de Sánchez de Lozada, ni tampoco las hileras de marchistas en la calle Jordán cuando Banzer solo “comentaba” medidas que podrían afectar a los comerciantes informales. Más aún es curioso ver que líderes de determinados sectores, con evidente relación pro oficialista, ya anuncian la aceptación del gasolinazo aún a costa de sus propias bases sociales, las que – a no creerlo – “no dicen nada”.
Ya tocando materia de fondo, la abundancia de los pueblos se ha reflejado, en las distintas épocas, en el éxito comercial de sus pobladores, como entes privados y no públicos, de esto han sabido los pueblos como Egipto o Atenas, en la Edad Antigua, y hoy en día lo saben también las naciones de primer mundo que, aun a riesgo del consumismo masivo, gozan de la abundancia de sus bienes y no deben de hacer filas masivas para lograr azúcar o cemento. Por otro lado el intervencionismo estatal, el macro o súper estado empresario, ha sido siempre una imagen pública de beneficio común pero muy poco efectiva en la realidad, con las dificultades clásicas de este tipo de entes su productividad no alcanza a satisfacer las necesidades de una población en constante crecimiento y siempre hambrienta. Por lógica conclusión el Estado como empresario no resulta una buena idea, y sería prudente que el Gobierno Nacional reflexione y cambie su línea económica para dejar de atacar al empresariado privado y en lugar de ello otorgarle estabilidad, seguridad jurídica y condiciones de trabajo para que, a costa de la creación de fuentes de empleo, pueda satisfacer las demandas de la ciudadanía.
Retomando el diario vivir, el silencio del ciudadano de a pié, que nada tiene de sincero, pero mucho de miedo, sigue calando en la misma sociedad y en algún momento saldrá a brote, y - por lógica – deberá de cobrar la factura que corresponde en las urnas de la democracia. Mas esta es solo una idea, una tesis, cuya demostración se verá recién en años venideros y cuya certeza también queda por verse ya que el pueblo boliviano adolece muchas veces de amnesia, no en vano los padres y abuelos de este mismo pueblo eligieron en su momento a Banzer como presidente olvidando los años de dictaduras y no en vano se votó masivamente por el actual mandatario Morales olvidando el daño económico que él mismo ahora reconoce, hizo al país con sus marchas y bloqueos, en su auge como dirigente cocalero. Hoy falta el azúcar, el cemento y todo es más caro, el silencio perdura y el pueblo olvida, mañana, esperemos que la memoria rescate lo vivido y surjan nuevos liderazgos que nos permitan avizorar un futuro mejor.

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