Hablemos de Brasil, pero no de fútbol

Aún sin conocer quién será campeón de la Copa Confederaciones (Brasil y España son los finalistas y recién este domingo se sabrá quién ganará), resta estudiar, desde una perspectiva alejada del fútbol, las protestas que han inundado las calles brasileñas y que se constituyen en un reflejo mayor del descontento por el cual atraviesan grandes sectores sociales, no sólo en Brasil, sino en muchos lugares del mundo. Brasil, no hace mucho considerada como una nación modelo en desarrollo (el Banco Mundial coloca al país como la séptima economía mundial), enfrenta ahora conflictos en los que la población, principalmente de clase media, se encuentra con demandas sociales graves, con descontento notorio expresado en las calles. Los manifestantes brasileños son, según datos obtenidos por fuentes noticiosas internacionales, 84 por ciento independientes de cualquier color político, 77 por ciento cuentan con educación superior, 22 por ciento son estudiantes, 53 por ciento no tienen 25 años, 71 por ciento protestan así por primera vez; a su vez los motivos de tal movilización se distribuyen de la manera siguiente: 56 por ciento contra el aumento del pasaje en el autobús, 40 por ciento contra la corrupción, 31 por ciento contra la violencia y la represión, 27 por ciento por un mejor sistema de transporte, 24 por ciento contra la clase política a la que, desde ya, tachan de corrupta. Estos datos estadísticos muestran que quienes reclaman tienen formación, se ubican en sus necesidades y claman soluciones, no son fruto de populistas mensajes capaces de convencer a masas humanas poco formadas, y por el contrario reflejan un buen medidor de descontento en el vecino país. Es, desde ya, un factor nuevo ver que en las manifestaciones abundan los teléfonos inteligentes, las tablets y que muchas acciones se coordinan por las redes sociales, tales condiciones han logrado que más de un millón de brasileros reclamen marchando con una sola voz. Una voz que bien puede reflejar un sentir latinoamericano: cansancio y hasta hastío contra la clase política, contra la calidad de atención de los servicios públicos, falta de seguridad social efectiva, acceso a servicios de salud óptimos, un deteriorado transporte público. Si usted se pone a ver estos factores, muchos de éstos, si no todos, son idénticos a las preocupaciones bolivianas. Estos movimientos son un claro mensaje: las cosas deben cambiar, el sistema político está desgastándose cada vez más, gobiernos de derecha o de izquierda no han podido encontrar aún soluciones efectivas para los problemas que hoy nos afectan y en tanto no exista un sistema mejor, debemos confiar, quizás ingenuamente, que la capacidad, honradez y honestidad, son la esperanza para mejores días.

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