La mejor campaña electoral

Hablando a nombre del Presidente del Estado, el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, afirmó que la mejor campaña electoral (para el Gobierno) es la gestión pública, razón por la cual pidió de manera categórica al gabinete ministerial una gestión eficiente y rápida, aspecto que a la postre debiera reflejarse en una aprobación simultánea en las urnas y la reelección del partido gobernante por una nueva gestión de gobierno. La gestión pública es, a decir de la académica Rosario Arratia, aquella actividad que ejerce el Estado de manera concreta, continua, práctica y espontánea supeditada a los poderes del Estado y que tiene por objeto satisfacer las necesidades e intereses colectivos y el logro de los fines del Estado dentro el orden jurídico establecido y con arreglo a éste. Su presencia en el Estado es masiva, y se muestra como una red que se maximiza en cada región alcanzando a las y los ciudadanos desde el momento mismo de su nacimiento hasta la finalización de sus días. La gestión que ésta tenga es de interés de todas y de todos los que habitamos en el país, y en la realidad pasa desde las largas filas que uno debe hacer para alcanzar un documento de identificación hasta la atención de las diversas instancias que dependen, en más o menos, de aquel poder soberano que hemos delegado en el Estado. Pero es preciso recordar que antes del MAS también existió gestión pública en Bolivia, procesos de mejora y descentralización que fueron impulsados por diversos mandatarios, incluido el expresidente Sánchez de Lozada, con políticas sociales como la participación popular y visiones que pretendieron un mejor país, un buen inicio será que el Gobierno pueda identificar que es fruto y no vértice de los sucesos históricos que se desarrollaron, que no sólo es emergencia de octubre de 2003 y que mucho antes la propia clase política desgastada por sus propios vicios le ayudaron a crecer como dirigente sindical en un Chapare muy distinto a su natal Orinoca, liderando las Federaciones del trópico desde un ya lejano 1996 y culminando en una histórica elección en 2005 ganando por un 54 por ciento de votos que le posicionó no sólo como el primer presidente indígena del país, sino que le dotó de una gobernabilidad que otros hubiesen envidiado y que hoy corona una situación macro económica singular que le resulta también favorable. Evidente es que una buena gestión debe ser respaldada, y nadie puede ni podrá, quitar los méritos que tenga la actual administración de gobierno, mas es también necesario que muchas cosas mejoren, que la pluralidad democrática sea una meta a retomar, permitiendo la discrepancia política e ideológica por parte de cualquier ciudadano de este vasto y maravilloso país. Que el propio partido de gobierno rompa un esquema imperante no sólo ahora, sino reinante desde siempre: la toma de cargos públicos por méritos políticos y no técnicos. Que se deje el morboso hábito de concentraciones masivas de amenaza y amedrentamiento propias de una democracia populista y se enfoque en un trabajo enfocado en la unificación de miles de bolivianos y bolivianas que anhelan un país, una nación y una bandera. Correcto es afirmar que la buena gestión es pilar de una buena campaña, pero correcto también es pretender que más allá del discurso extenso en un feriado impuesto políticamente, sea parte de una buena gestión estatal el respeto al que opina diferente, al que detenta una postura contraria y pueda, si así lo desea, fiscalizar, criticar, aportar o denunciar. Una buena gestión, señor Presidente, empieza por casa. El autor es abogado

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