¿Por qué sentirse orgulloso de ser boliviano?

Mientras proyectaba mi columna habitual, deambulando en mis juicios entre componer una u otra idea, recibí un correo electrónico de un lector que me preguntaba: ¿por qué sentirse orgulloso de ser boliviano? pregunta que, aducía él, le carcomía el cerebro y que era una pretendida respuesta para sus hijos a quienes deseaba comentarles algo conveniente y afable sobre su país. En mi humilde opinión, si se habla de tu país y se suma a ello la visión que pueden tener las futuras generaciones, es un tema que amerita atención; más aún si la simpleza de la pregunta planteada toca algo tan cotidiano y tan necesario como el orgullo nacional. Por ello mi estimado lector, hoy hablaremos de tu país, de nuestro país, hablaremos de usted y de nosotros. Partamos por no enceguecernos y admitir que falencias las tenemos, así como las tienen también ciudadanos de otras latitudes; y es que el ser bolivianos puede tener una serie de bemoles, los más de estos causados por las propias inconductas que tenemos, las que, a manera de resumen, pueden pasar desde nuestra indisciplina en el tráfico cotidiano hasta la excesiva politización. Pero también tenemos muchas cosas buenas, excelentes diría yo, temas que son propios y que no los encontraremos ni en los países desarrollados, mencionemos algunos de estos ejemplos: nuestra esencia es alegre, festejamos el todo y el nada, nos abrazamos en un entierro y así también en un cumpleaños, somos efusivos con el compañero y podemos abrazarle como si no le hubiésemos visto en años; radica en cada uno deseos sinceros y hasta excesivamente amables, tratamos al visitante como si fuese un viejo conocido o un amigo de antaño, en resumen nos constituimos en buenos anfitriones; disfrutamos de las mejores comidas, sino del mundo, quizás sí de la región; nuestra vida resulta barata y nuestros intereses bien pueden satisfacerse con la calidad de nuestros bellos climas; disfrutamos de paisajes maravillosos que nos muestran los nevados más gélidos, los valles más hermosos y los exuberantes llanos; nuestra música es fantástica y maravillosa, así soñamos con una quena o recordamos con una guitarra y vivimos con un baile; tenemos un folclore fabuloso, una mezcla de diablos, morenas, caporales, tinkus y tobas que saltando cruzan los cielos y festejan con los alegóricos carros decorados de vivos colores; y es que Bolivia es maravillosa, fantástica, es una sucursal del cielo en la tierra. Y todos estos son temas ajenos a la economía, a la política, a los procesos de industrialización que ahora se van desarrollando y apuntan a mejores días; a las inversiones que día a día nacen de los emprendimientos de ciudadanos, que como usted o como yo, aman a su país; a la gestión que se pretende alcanzar a fin de superar las dificultades que podamos tener. Final y esencialmente, el boliviano es bueno, de corazón tranquilo y de espíritu noble, trabajador infatigable, siempre dispuesto a regalar una sonrisa a quien la necesite e incluso aún cuando no se la pidan. Por ello me animo a afirmar que los bolivianos somos felices, porque vivimos en una bella tierra, matizada de vivos colores y deliciosas comidas, somos más fuertes que la política y la economía, y preferimos sonreír cuando los problemas vienen; por esto y mucho más es que podemos decirles a nuestros hijos que pueden estar orgullosos de lo que somos y de donde vivimos.

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