El Estado Soy Yo

El año 2007 publicaba en mi columna, una nota titulada de idéntica forma que esta: “El Estado soy yo”. Ese febrero escribía en alusión a las intenciones del extinto Hugo Chávez de asumir súper poderes en la otrora rica Venezuela, la misma que hoy se desangra entre la escasez y la tiranía (dichos poderes apuntaban a la reelección indefinida, gobernar por decreto con aprobación de un órgano legislativo dominado por el Socialismo del Siglo XXI, entre otras medidas). La columna en sí era una crítica a las intenciones totalitarias del entonces líder venezolano, y triste pero cierto, hoy atribuyo similar título a una nueva columna pero que debe hacer referencia al presidente Evo Morales. La frase en sí, es atribuida a Luís XIV y la habría dicho a la edad de 16 años y cuando corría el año 1655 en la entonces Capital del Mundo: París. Su simbolismo, más allá de la veracidad de su origen, ha reflejado el Absolutismo y el dominio de poder en una sola persona. Contraria a esta idea está el planteamiento del Barón de Montesquieu, quien en su obra El espíritu de las leyes (1747) plantea el sistema de separación de poderes en el cual el poder del Estado se divide en el órgano legislativo, ejecutivo y judicial, con un sistema de contrapesos que permite un equilibrio que evite detentar el poder en uno solo. Hace tiempo ya que en nuestro país la teoría de la división de poderes, se ha visto dañada por la política local, por la viveza y la ambición de poder. Y hoy, más de dos siglos y medio después de Montesquieu, y a tan solo ocho años de las ambiciones infinitas de poder del difunto presidente Hugo Chávez, surgen similares intenciones en el corazón de América Latina, en nuestra amada Bolivia. Ya la última elección del presidente Morales, bajo la lógica de la Nueva Constitución, era una interpretación hasta burda de la norma y una manipulación evidente del poder, cosa similar a la que hoy cometen nuevamente los sectores afines al gobierno. Pero no otra cosa se esperaba de quienes en su momento manipularon la ley a su antojo, y quizás lo más preocupante no radique en un frente oficialista cuyas razones son por demás claras. Lo triste es que no se presentan, hoy por hoy, otros posibles liderazgos notorios y claros que permitan una alternancia en el poder que vaya en beneficio del país, sean estos opositores o no a las políticas de gobierno adoptadas por la gestión hoy vigente. Una alternativa real permitiría ejercer en los hechos la pluralidad de pensamiento que debiera existir en un sistema democrático. Y se precisan líderes nuevos y transparentes, honestos y éticos y más técnicos que políticos, que promuevan la iniciativa privada y a la vez que respeten las políticas sociales y equilibren, una sociedad compleja como la boliviana. En tanto esto no se presente, el centralismo autoritario hoy vigente no cederá en sus pretensiones ni en las elecciones siguientes ni en sus imposiciones cotidianas. En suma y de manera sencilla: no, no estoy de acuerdo con una reelección, no porque el Presidente lo hubiese hecho mal o bien (eso la historia lo dirá), sino porque la concentración de poder en una sola persona por mucho tiempo, deriva en la tiranía y ello a su turno se transforma en opresión y finalmente en dominación, y eso es algo que no deseo para mis hijos.

Comentarios