SIGO PENSANDO QUE VOTARÉ POR EL NO

Hace un par de semanas escribí un artículo denominado «yo votaré por el no», mismo que, como toda opinión y cumpliendo su objetivo, recibió apoyos y también críticas. Creo yo, que para un columnista, no hay cosa mejor que recibir comentarios sobre su trabajo pues significa que a uno lo leen y que lo que uno escribe algo significa, entonces agradeciendo a todos aquellos que se tomaron el tiempo para enviarme sus opiniones paso a responder dos de las consideraciones que me parecieron más importantes. Una de las opiniones más interesantes que recibí se regía por lo teórico de mi artículo, el cual carecía de elementos fácticos por el cual podría olvidarse la alternancia en el poder como un factor fundamental de la democracia si es que esta, a cambio, podría sacarnos, eventualmente, de la pobreza. Parto respondiendo a la parte final de este comentario: no creo que el presidente Morales pueda sacarnos realmente de la pobreza, muchas de sus políticas son cortoplacistas y sustentadas en bonos y apoyos estatales, no generan - por ende -desarrollo efectivo; y si bien admito que muchas de las políticas del Presidente me parecen de cierto modo correctas (sobre todo aquellas referidas a dotar de servicios básicos a las áreas rurales del país, o las que hacen a la estabilidad laboral de los trabajadores, incluso la aparente reducción de la pobreza amparada en los buenos resultados macroeconómicos producto del alza de los precios de materia prima en un mercado internacional que - en su momento - le sonrió al mandatario, e incluso su política de "nacionalización" de hidrocarburos y desde cierta óptica su lógica industrializadora), también es necesario considerar que existen muchas cuestiones de fondo que se ven afectadas precisamente por la falta de apoyo a la iniciativa privada, por mantener una visión centrada únicamente en el crecimiento de un Estado populista, un Estado burocrático y gigantesco, el cual pareciera haber olvidado que un desarrollo real está en manos de los privados. Para este Estado es fácil pedir y exigir que las empresas cumplan mientras muy poco se les dota para desarrollar empleo y por ende lograr estabilidad seria. Y esta visión se la palpa cuando vemos que el Gobernante aplica políticas sin pensar en generar emprendimientos reales de sus ciudadanos. Por lógica, la política del Presidente no enseña a los bolivianos a pescar, sino que usa los recursos estatales para darles pescado, y así el desarrollo real nunca llegará. Otro comentario que recibí apuntaba a Evo Morales como personaje central de un proceso de cambio que no deja de ser caudillista y que pareciera haberse centrado únicamente en el poder, concuerdo con dicha afirmación y creo que diversos elementos reales son parte del anhelo de mando del Presidente, factores que en el "ahora" hacen daño a la democracia y para muestra sólo referiré algunos ejemplos: el mandatario pretende modificar la misma Constitución que él aprobó, en beneficio suyo aún cuando manifieste lo contrario; ha elaborado una agria red de percusión amparada en un sistema judicial viciado y que le sirve como brazo opresor al Ejecutivo; maneja una democracia morbosa (aquella misma que Ortega y Gasset refiere como una degeneración de la gestión de gobierno) y hoy sustentada en bases sociales carentes de sensatez, simplemente movidas por una identidad social que no refleja al país en su conjunto y obligada por una suerte de tiranía sindical que hace que el que no apoye sea sujeto a sanción. Esto es una realidad del hoy, y si tuviese que referirme al pasado habría mucha más tela que cortar: la Constitución aprobada bajo presión y con un cerco de afines al Gobierno amenazando a los Asambleístas, los enfrentamientos del 11 de enero, el discurso político y no técnico y un largo etcétera de nunca acabar. Me hubiese gustado comentar más opiniones que recibí, con muchas de las cuales concuerdo, pero por cuestión de espacio y tiempo he tocado solamente estas dos. Reitero mi agradecimiento a todos mis lectores y sigo pensando que votaré por el no.

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