Yo votaré por el No

Dentro la lógica democrática, el ejercicio del poder lo detenta el pueblo que, a través del voto, determina quiénes serán los gobernantes que asumirán las decisiones que beneficien al conjunto social. Este poder es tan esencial en la vida política de los Estados, que Hans Morgenthau se refería a él como su elemento distintivo. Para aspirar a estas funciones quedan habilitados los mismos ciudadanos de aquella población, quienes pueden presentarse a dichos roles amparados en sus propios derechos determinados a su vez por la existencia de las leyes del país; mismas leyes que garantizan la vigencia de los derechos que nos permiten convivir. Bajo dicha óptica existirán gobernantes buenos, regulares y malos; todos ejerciendo sus funciones en los tiempos que determina la norma. De este modo, en el ciclo democrático, quien ha ejercido el poder debiera dejarlo para que otros asuman la conducción del Gobierno respetando las normas existentes, y por supuesto sujetándose a que puedan recuperar las mejores políticas de la gestión anterior o, en su caso, modificar las que considere necesarias y asumir un rol según la voluntad popular. A este concepto se lo denomina Alternancia en el poder. ¿Pero qué sucede cuando el ejercicio del poder - delegado por el pueblo al gobernante – se convierte en un vicio?, ¿Cuándo el gobernante no desea alejarse de la autoridad que ejerce, aún viéndose limitado por la misma ley que en su momento le permitió ejercer dicha función? Esta desmedida ambición de poder es lo que hoy en día vivimos, este anhelo de dominio ha llevado a que hoy por hoy, el gobierno del MAS haya decidido no aceptar las reglas que la ley interpone, y persiga proseguir con el poder; para ello ha convocado a una consulta al pueblo, un referéndum en el cuál deberemos básicamente responder si debiera cumplirse o no la ley. Si apoyamos que se respete la norma, el presidente no podría volver a postularse; si decidimos que la ley debe modificarse, seguiremos alimentando el apetito del partido de turno. Lo ideal en democracia es la alternancia de poder, que evita la concentración del dominio y control solamente de uno, permitiendo una gestión en la que la voz de todos se escuche. Pero la democracia es una forma de gobierno, una invención humana que como todo lo que hacemos es susceptible de equívoco, por ello es que en los últimos años una suerte de oclocracia (denominada como el “gobierno de la muchedumbre” por Polibio, y entendida como una degeneración de la democracia según Aristóteles) ha venido imponiendo sus criterios a base de coerción o persecución. Esta voluntad viciada, en el caso nuestro, refleja una de las críticas más puras al sistema democrático: la ignorancia de la ciudadanía, y es que nuestro pueblo carece de conocimiento para poder entender mucho de lo que es la gestión estatal, y así hemos elegido mal más de una vez. Pero este febrero tendremos una nueva oportunidad, un nuevo momento democrático, con todo y sus falencias, en el cual nuevamente podremos ratificar si el respeto a la ley y a la democracia es importante o si preferimos seguir cavando hacia la manipulación de la ley y el ejercicio indebido del poder. Yo votaré por el NO, porque creo que quien mucho ejerce el poder cae en un vicio, sea quien sea, y porque confío en que la democracia es darle oportunidad a todos.

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