El morbo del pueblo

Lo desagradable, lo cruel, lo prohibido, lo malvado y lo inmoral, venden, atraen, hipnotizan y se hacen sensuales para los ojos ansiosos de una sociedad marcada por el hedonismo y tatuada por un culto a los sentidos en sus más diversas formas, y existen las novelas de la televisión, con sus exagerados nombres y sus tramas de amor mal entendido y no correspondido, con sus heroínas que limpian mansiones pero que resultan herederas del que murió y que terminarán casadas con el galán de turno, con sus villanas que son más malvadas que la misma maldad y con los altruistas que sacrifican todo por amor y que serán felices al final de la historia sólo porque la amada será feliz aún cuando no lo será a su lado. Y así son las novelas, son relatos que dejan a sus seguidores al filo del sillón esperando que la trama se resuelva de algún modo en el episodio siguiente: “¿Juan Manuel De La Barra es realmente hijo de Carlos Antonio Del Rosal?”, o quizás, “¿será María, la humilde empleada sin futuro, el amor de la vida de Fernando Romeo Villa Plaza Tercero?”, o “Habrá realmente muerto Rufino García Málaga, el autor de tanta muerte y desolación por fin habrá recibido su justo castigo?”; y así una serie de interrogantes que atrapan al que ve y tiene tiempo y que luego se quedan en una pantalla y se evaporan cuando los televidentes deben seguir su vida mortal y normal en la que las obligaciones llaman y las tareas abundan, y no hay tiempo para las vainas de las novelas porque para historias nos bastan las nuestras y pare de contar. Pero sucede que en Bolivia no es tan sencillo, ha surgido en nuestra realidad una novela mayor, un argumento de fantasía que involucra al más poderoso del país, y le ha afectado la imagen y ha puesto en jaque su moral y se ha involucrado en la vida de todos los habitantes de un país que lo que menos necesita son novelas. Y nos preocupa más el morbo de saber sobre Gabriela Zapata en vez de la gestión del Presidente, y para peor de males al propio Gobierno le importa más esto que hacer gestión, y nosotros nos pasamos de imbéciles porque le damos más atención a las declaraciones del uno y del otro y en la calle el vecino habla: “¿vio las fotos de la Zapata comadre?, ¡le vi hasta el alma!, ¿y usted compañero qué sabe ahora del hijo del Evo?, ¿y ahora, existe o no la criaturita?, ¡mire que negar un hijo es pecado!” y en esa mezcla de morbo y vaina giramos todos los días. Y las altas esferas investigan sobre el famoso hijo y sus voceros en vez de ayudar la embarran, y los legisladores en vez de legislar hacen frente común para defender el Excelentísimo y sale un informe por mayoría de que no hay tráfico de influencias, que era en realidad el tema que desde un inicio debería preocuparnos y no otro, y la comisión en minoría dice lo contrario pero de poco sirve porque aquí el que tiene el poder lo tiene bien agarrado por el mango y en tanto la democracia no diga lo contrario no habrá cornadas entre bueyes y la cosa terminará así. Y así vamos, caminando con nuestras inmensas patas de elefante viejo en una vida que parecería más rápida que nosotros y de nuestra mente brota morbo, y de nuestra boca emergen vainas y no hablamos de lo esencial, de lo más importante.

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