Falla general.

Fallo eléctrico general, fue el angustioso reporte que el capitán del vuelo que conducía al Chapecoense indicó a la torre de control momentos antes del terrible accidente que ha conmovido el corazón de miles de personas en esta última semana. Ese fallo general pareciese ser parte de una sucesión larga de errores macabros a los que lamentablemente estamos acostumbrados y que, en ésta ocasión se ha llevado consigo la vida de decenas de personas. Los eslabones de ésta espeluznante tragedia pasan por todo tipo de afirmaciones y especulaciones, desde el tipo de avión que no habría sido el adecuado para la distancia recorrida, pasando por la cantidad de gasolina disponible, tocando la demora en la autorización de aterrizaje, dejando interrogantes sobre la autorización de operaciones que tenía la línea aérea en Bolivia y que pareciese haberse obtenido con la clásica facilidad que se logra todo en un macro estado burocrático que más parece un nido de corrupción antes que una instancia técnica, llegando a errores humanos aparentemente motivados por intereses personales de tipo económico, y que derivaron en la muerte de inocentes. Todos esos elementos, y muchos más, quedan en el tintero de la investigación necesaria, de la cuestionante ética y del análisis profesional; pero nada, absolutamente nada revivirá a los muertos y devolverá a las viudas sus esposos, o a los hijos sus padres, porque el sistema mismo sufre de una falla general en todos sus niveles. Y de ésta falla global existen muchas muestras, y nuestro país no es la excepción sino es parte de la regla, y a diario nos encontramos sujetos a la irresponsabilidad de personas que no cumplen sus obligaciones y arriesgan la vida de los otros a costa de su propio beneficio, y así tenemos al conductor que arregla su motor con el tradicional alambre de amarre que así viejo y oxidado sujeta la pieza clave de un motor vetusto que toda la población debe soportar en contaminación, ruido e incapacidad, y por ello nunca se cambiará el repuesto necesario así como nunca tendremos un transporte público siquiera decente; y también en ésta lógica va el conductor que compra la roseta de inspección vehicular en lugar de llevar su coche a la revisión técnica y también está el oficial que se hace de la vista gorda a cambio de recibir el billete que le lava la responsabilidad pero que es el ticket que pone en riesgo la vida de los otros; y bajo la misma sombra está el conductor que comete una infracción arriesgando su vida y la de los otros, porque necesitaba un atajo, porque estaba apurado; y está la autoridad que no controla, el que puede y no ejerce control, porque así somos, porque así siempre ha sido y pareciese que siempre será; e incluso está usted y estoy yo, porque toleramos vivir en esa falla general, porque somos parte del mismo error, porque con el tiempo nos hemos convertido en parte de la larga cadena de fallas que incluye a la corrupción, la autoridad no técnica, la injerencia política, la ambición económica, el egoísmo y hasta la negligencia del usuario. Pero en nosotros está revertir esta situación, porque como eslabones de ésta larga serie de fallas podemos también cortarla, y resulta irrisorio saber que podemos lograrlo simplemente con hacer bien nuestro trabajo y exigiendo que los otros hagan bien el suyo. Lo difícil ahora es que cada uno asuma su responsabilidad.

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