Plan de empleo urgente

Recientemente, el presidente Morales ha presentado una propuesta para fomentar el empleo en el país, ofrecimiento que suena quizás a la lógica reacción ante el panorama de desesperación que vive el desocupado, o incluso a la necesaria respuesta al triste y desolador escenario en el que deambulan muchas personas que se encuentran sin empleo. Sin embargo, debiéramos los bolivianos preguntarnos en qué medida esta amarga realidad es fruto de las propias acciones del Gobierno Nacional, y podríamos, con seguridad, afirmar que el Gobierno está tratando de tapar ahora con tierra el hueco que en su momento él mismo abrió. En los años recientes, contando con el beneficio de precios altos en las materias primas y un ingreso económico fuerte y sólido, el Gobierno se ha dedicado a engordar un aparato estatal que poco tiene de eficiente, este paquidermo de patas pesadas y cuerpo robusto refleja el conjunto de organizaciones estatales que hoy en día rigen los destinos del país, y en los cuales el Gobierno Nacional no ha sabido dar cabida a la iniciativa privada. Porque es de lamentar que en Bolivia el ser empresario sea una de las cosas más difíciles que existan, ya sea por la burocracia imperante que nos obliga hacer fila y a llenar formularios por todo y por nada, o por la carga impositiva que se presenta como un yugo o un verdugo sobre la cabeza de todos los emprendedores de este pobre país, o incluso por las políticas populistas del mandamás de turno que le “mete nomás” para luego lavarse las manos como Pilatos. Olvida el Estado boliviano que es el empresario el generador de un empleo sólido y real, es el que busca los profesionales técnicos para ocupar los cargos que den una mejor atención y un buen servicio a sus clientes, a diferencia del aparato público donde prima la política y el compadrazgo. Porque debiera recordar el hermano presidente que si todos ganamos la sociedad crecerá de un modo sólido y estable, porque es momento de dejar de lado el discurso del empleador maldito y el trabajador oprimido, porque es tiempo de que nos demos cuenta que el beneficio de unos es el beneficio de todos. Tarde notará el Presidente que no es no más negociar con la Central Obrera, olvidando que el que arriesga capital es en realidad el empresario, y que si bien atender las demandas de un pueblo que ignora muchas veces las nociones básicas de un ciclo económico de productividad le puede traer rédito político, también será ese mismo pueblo el que al verse sin un empleo formal le quitará su apoyo. Porque se equivoca aquel que aún sostiene la visión anacrónica de la lucha de clases, en la que se visiona un empresario opresor y maldito que se aprovecha de un empleado siempre débil y frágil, porque en la actualidad la guerra de ideologías es algo que ya no corresponde, porque la cosa ahora es más práctica, y si el Gobierno cree que la solución pasa por hacer todo subvencionado y público, va mal, y los resultados serán los que a la larga le mostrarán el rostro amargo de la realidad. Pero aún es tiempo de cambiar de visión, quizás así podremos evitar estar llegando a planes de emergencia para recuperar el malogrado nivel laboral del país, y nos podremos ocupar de apoyarnos los unos a los otros en una suerte de beneficio común en el que el ganar será una constante en el país, porque no es cuestión de política, es cuestión de apoyar a los verdaderos emprendedores, que bien se lo merecen en un país tan complejo como el nuestro.

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