Viviendo entre la porquería

Todos los años quedamos a la deriva, acostumbrados o quizá resignados, flotando amargados en el mismo mar de absurdos en que navega nuestro país, y pueden ser los problemas en La Coronilla para el Día de la Madre, la basura y el descuido en la festividad de Urkupiña, las aulas en mal estado al inicio de clases, o los calores que sólo sienten los directivos del servicio de educación cuando rechazan vehementemente prolongar las vacaciones de invierno, en resumen vivimos deambulando en un ciclo de incoherencias . Y son estas incongruencias las que constituyen las rocas monumentales de atraso que trancan nuestros senderos de desarrollo, pero no somos nosotros los caminantes que tropiezan con estos peñascos de la desgracia, somos, por el contrario, las piedras enormes que obstruyen el progreso; y es que somos tan parte activa de éste caldo de irracionalidades que no nos damos cuenta de que normalmente somos más problema que solución. Para darnos sólo una idea de esta hojarasca de desdichas mencionaré sólo un problema cotidiano en el que vegeta el hongo de lo insensato. Analicemos nuestro sistema de recolección de basura: esta diligencia implica la obligación de esperar al coche basurero para que podamos salir a entregar nuestras bolsas de mugre con todo el menudeo de restos que salen a diario de los hogares de cada uno de los habitantes de nuestra ciudad, de entrada muchos extrañamos los contenedores verdes que nos permitían dejar la basura en el momento en que uno elegía (pero amén de los pormenores de este avance que se fue al carajo, porque si bien parecía una idea genial, tarde nos dimos cuenta de que la gente necesitada escarbaba en los desechos para recordarnos que en la miseria siempre hay gente más pobre que uno, y para rematar el tema los usuarios igual tiraban en los contenedores la basura sin separar, y dejaban escombros y otros deshechos que hacían que el sistema sea insostenible), pero no es esto lo único, ya que para hacer el tema peor debemos tragarnos que ahora el coche basurero es una suerte de megáfono de reflexiones que repite una y otra vez que debemos clasificar la basura, aun cuando vemos que igual no más, a momento de dejar las bolsas, todo se mezcla en el contenedor de porquerías; y mejor ni menciono el problema de fondo de esto, que reside en el botadero donde terminan nuestros restos de asco, porque esto ya ameritaría un análisis mayor, será mejor – por el momento – quedarnos en nuestro balcón de comodidades en espera de que algún gurú de la higiene nos de la fórmula mágica para solucionar este conflicto tan básico. Pero no queda ahí, porque culpables somos todos, porque la mayoría de la población está acostumbrada a vivir en la inmundicia, y bien vemos emerger de un bus (o de un coche) la mano salvaje del imbécil de turno que tira el papel higiénico con el moco de la sinvergüenza, porque para el tarado ese le vale poco lo que sea la limpieza de su ciudad o que el transporte de todos esté mínimamente limpio. O vemos los pocos basureros en las esquinas repletos de porquería que a nadie parece interesarle. Porque así de absurdos nos hemos vuelto, pero así como esto suena muy mal, seguro es que está en nuestras manos cambiarlo, porque el primer responsable de una ciudad limpia es usted. (La imagen fue tomada de archivos públicos de Internet: Oscar de Plaza Sesamo viviendo en la basura)

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