Venezuela, entre la vida y la muerte

Pocas cosas corroen tan rápidamente el alma de los hombres como el poder, y sucede en los Estados Unidos de Trump o en la China de Xi Jinping, y así también sucede en la Cuba de los Castro y, por supuesto, en la Venezuela de Maduro. La otrora capital petrolera se debate entre la vida y la muerte por un régimen que ha optado por la aplicación del terror, en franco desconocimiento de la norma y pisoteando los principios de la división de poderes que en su momento, personajes como Montesquieu, establecieron para la organización de los estados modernos. La convocatoria a una fraudulenta asamblea constituyente, en momentos en que ninguno de los problemas del país era de origen constitucional, muestra que la autoridad a cargo ha perdido no sólo los estribos, sino la cabeza; y estos arrebatos de dominio y este afán de seguir disfrutando de las mieles del poder, han llevado al presidente Maduro a dirigir al enorme y moribundo bisonte del Chavismo a enfrentarse contra los propios venezolanos, los que encabritados y ofendidos por las políticas de un gobierno dictatorial se han enfrentado a la poderosa bestia y han recibido los últimos coletazos de un sistema que ha demostrado poder podrirlo todo, y así el nuevo aprendiz de dictador se lleva por delante la vida de más de un centenar de personas y deja en las cárceles a decenas de detenidos políticos. Pero aún a pesar de esto, aún a pesar de los intentos múltiples del dictador Maduro por tratar de mostrarse como un gobierno de mayorías, surgen a su diestra y siniestra las voces infinitas de todos los que están cansados de su política de pacotilla, de sus abusos de político trasnochado y de sus evidentes transtornos con la realidad; y sin embargo de que él trata de acallar estas voces que le atormentan, pretendiendo imponer un evidente rechazo a la libertad de expresión, el mundo entero reclama manifestando su rechazo a las políticas de tiranía que viene imponiendo. Sus últimas actuaciones, remachadas con auténtica vocación de opresor, le llevarán a un mayor aislamiento mundial, y hasta pareciese que el déspota ha decidido hundirse con su país en una lógica irracional de “conmigo todo y nada sin mí”, por ese camino sólo le falta incendiar el país entero y morir bajo el fuego como los reyes de antaño en espera de que el reino se vaya con él y tras sus pesadillas de mando. En tanto, se suman a los problemas de Maduro sanciones migratorias y medidas financieras, las que, lejos de calar en el raciocinio del dictador, pareciesen encolerizarle, y éste responde, como si se tratase de una bestia golpeada, impactando contra todo lo que pueda. Es tiempo ya de que el dictador Maduro sea juzgado por los crímenes que cometió, y que Venezuela, tras unas elecciones democráticas y transparentes, pueda retomar los días gloriosos que todos esperamos ver.

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