Inclusión


Bolivia es un país con variedad de culturas incluidas en su territorio, con diversos tipos de color de piel y criterios políticos y económicos. No somos una rareza, somos como cualquier otra nación del mundo, con peculiaridades y diferencias que en un todo van construyendo aquello que llamamos “el ser boliviano(a)”.
La historia de nuestra nación no se inicia en 1492 con el descubrimiento de América sino que se remonta a 30.000 años antes cuando esta tierra ya era habitada por diversas culturas, las influencias que recibimos datan no solamente de las culturas incaicas o tiahuanacotas sino que hay mucho de europeo y de otros lados también, las nuevas generaciones bien festejarán Halloween y también Todos Santos, esto pasa aquí y en la China comunista, por el Facebook nuestra gente ahora puede hablar con gente de África o de Rusia y mezclar más aún sus culturas. En suma el mundo con todo lo grande que es también puede resultar pequeño.
Así como son orgullo nuestro el Carnaval de Oruro o el Salar de Uyuni también asimilamos fácilmente la tecnología japonesa o los productos Chinos, la sociedad boliviana hoy en día es parte de un todo que es cada vez más tangible.
Pero no todo es color de rosa, arrastramos sobre nuestras espaldas desde hace mucho tiempo el conflicto y la enemistad, esto se refleja en un alto grado de polarización que en los últimos años ha aflorado de forma radical y ha concluido en nuevos índices de intolerancia y racismo.
La pasada semana se aprobó la ley de convocatoria a un referéndum para ver si la Constitución que inicialmente fue propuesta en Sucre y luego en Oruro, y finalmente modificada en La Paz, podrá convertirse en el nuevo cuerpo legislativo que una a los unos con los otros, en la Carta Magna de nuestra nación.
Si bien este acuerdo permite respirar a un país que ha olvidado que el desarrollo y el progreso vienen de la mano de la estabilidad, la seguridad económica, jurídica y política, también es evidente que Bolivia es diversa y en su legislación debe reconocer derechos de indígenas, asiáticos, collas, cambas, chapacos, vallunos, ricos, pobres, blancos, negros, castaños, rubios y todo aquel que resida en nuestra patria.
El MAS debe desterrar una agenda agresiva y exclusivamente política y la oposición debe de apoyar al progreso de la patria con actitudes de apertura y concertación. La comunidad internacional hace lo que debe, felicita y apuesta por el diálogo antes que la confrontación, por supuesto, ese es y debe ser su rol.
Un acuerdo constitucional debe, en todo caso, ser principalmente inclusivo y promover valores muy profundos, entre estos la igualdad de oportunidades, el valor de la propiedad privada, la defensa de la libertad del individuo y la iniciativa privada debiendo ser sujetos de garantías y respeto por afectos al oficialismo y a la oposición.
Es momento de que los líderes asuman posiciones constructivas, que se archiven para siempre las marchas de presión, los paros cívicos, los bloqueos de caminos y las persecuciones. Es momento de trabajar por Bolivia, con todo lo que ésta contiene.
Como muchas, la Constitución Política Nacional no será ni socialista ni liberal, y aquello está bien, porque en el equilibrio de ambas es que se puede estar mejor. Independientemente de su aprobación o no es preciso que tanto los unos como los otros entiendan a cabalidad que vivir enfrentados sólo nos mantendrá ajenos al desarrollo.
Debemos cambiar la imagen de que en Bolivia el conflicto es nuestro estado natural y que solamente con muertos podemos resolver las cosas. Debemos aprender a ser primero bolivianos(as) antes que “masistas” o “autonomistas” y en esta lógica debemos de ser inclusivos con todos y para todos. Podemos hacer mucho por nuestro país si solamente entendemos que bolivianos(as) somos todos.

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