Pandemia


Esta semana más que el terrorismo (de Estado o contra éste) se llevó la flor en los titulares de la prensa (nacional y mundial) la pandemia que viene surgiendo debido al temido virus porcino, cuyo nombre oficial bien recuerda a las temibles armas biológicas del cine: virus AH1N1, pero que también ya es objeto de otras denominaciones tal como “nueva gripe” (para evitar la mala publicidad a la carne de cerdo) o Influenza A (precisamente la AH1N1).
La propia afirmación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que “es tarde para frenar al virus” nos da idea del alcance de este problema, cosa que nos deja muy preocupados a pesar del alivio que también indica el mismo organismo en sentido de que (haciendo referencia al mundo) “estamos mejor preparados que nunca”.
Una pandemia por definición es un brote epidémico que afecta al mundo entero, históricamente y tocando el caso particular de las gripes en el siglo XX tuvimos pandemias en los años 1918 (40 millones de muertos), 1957 (2 millones de muertos) y 1968 (cerca de un millón de muertes).
Las pandemias pasan por fases bien definidas, la primera significa la transmisión del virus entre animales, la segunda ya llega a transmitirse a personas y es la primera alerta de una pandemia, la tercera implica transmisión en pequeños grupos de personas con características similares, la fase cuatro significa la transmisión entre humanos en comunidades cercanas, la quinta fase (declarada la semana pasada) implica el brote de la epidemia en al menos dos países y significa que la pandemia es inminente, la sexta fase es la pandemia misma con presencia del virus en distintas regiones del mundo, además se consideran dos etapas posteriores en las que nos ubicamos en el punto exacto posterior al nivel máximo de infección del virus y finalmente a la denominada “etapa de recuperación” en la que el virus vuelve a sus niveles regulares.
Si bien la mayor incidencia apunta a México, ya se han reportado casos en Estados Unidos, Australia, Canadá, España, Nueva Zelanda, Medio Oriente, Reino Unido, Holanda, Suiza, Costa Rica, Japón y por supuesto Latinoamérica (el primer caso oficial fue en Perú). Hasta la pasada semana las únicas muertes se habían reportado en México y Estados Unidos.
En Bolivia se habló de potenciales casos que a la postre fueron descartados, pero bastó ese simple “aviso” para que en diversas farmacias se acaben los barbijos o mascarillas que en esta época se han convertido en accesorio obligado de todo aquel preocupado en el tema, pero más allá de esto resulta preocupante ver en qué medida realmente estamos preparados para combatir contra una pandemia de este tipo.
¿Si el dengue no dejó tan mal parados qué podría suceder con la gripe porcina? más aún analizando el factor socio cultural tan acostumbrado a dar la mano para todo, al beso en la mejilla, al abrazo espontáneo y porque no mencionar la falta de higiene.
Para colmo de preocupaciones varios expertos dudan también de la eficacia del barbijo basados en que la transmisión de la gripe porcina es igual que cualquier gripe, valga decir por pequeñas partículas de agua impulsadas a un metro de distancia a momento de estornudar o toser, en su caso tocar lugares donde alguien hubiese estornudado o tosido y que hubiesen sido tocados por quien luego lleve sus manos a su boca o nariz.
La clave, afirman los expertos, está en la higiene básica personal, reflejada en el lavado de las manos, desechar los pañuelos usados y desinfectar las superficies. Agregan que una mascarilla bien puede usarse de manera continua por 10 horas, al termino de esto debe desecharse, lo propio en caso de sacársela durante este tiempo.
Resulta prudente acotar que se debe de evitar el alarmismo, ya suficientes problemas tenemos como para que podamos sostener una pandemia.
La recomendación final es no entrar en pánico, algo a lo que las y los bolivianos no estamos acostumbrados.

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