El mejor lugar para vivir


¿Vivimos las bolivianas y los bolivianos en un buen lugar?, ¿es adecuado este país para nuestros hijos e hijas?, ¿queda esperanza de que a pesar de no ser un país de “primer mundo” (con todas las contemplaciones que esto puede tener) al menos vivimos en un buen país?
La respuesta la trató de dar la revista Economist, que realizó un estudio que bien puede orientar respuestas hacia estas preguntas.
Considerando los criterios de la evaluación que en suma abarcan aspectos tales como: estabilidad, servicios de salud, cultura, ambiente, educación e infraestructura, resultó ganadora la ciudad de Vancouver en Canadá (de cuyas fotografías se evidencia que – a excepción de su acceso al mar – es muy parecida a Cochabamba), situándose en segundo lugar Viena (Austria) y Melbourne (Australia).
En el caso Latinoamericano la ciudad mejor ubicada resultó ser Buenos Aires en Argentina, que en todo caso quedó muy lejana de los primeros puestos ya que se ubicó en el 61 (de un total de 140 ciudades). Cerca quedaron Santiago de Chile (64) y Montevideo (66), en tanto que las brasileras Sao Paulo y Río de Janeiro quedaron juntas en un más alejado puesto 92. Más atrás aún quedaron México (105), Caracas (118) y Bogotá (127). Por el otro extremo quedó como peor ciudad Harare (Zimbawe).
Más allá de estos estudios que colocan en primeros lugares casi siempre a ciudades de las que tenemos una imagen de “perfección” resta preguntarnos en qué condiciones estamos nosotros como ciudad, ¿qué puesto nos tocaría? (si es que ingresáramos siquiera de rebote el ranking).
Analicemos aspectos similares en la mayoría de las ciudades del país considerando los indicadores macro antes mencionados (ya que el estudio en sí contiene mayor información).
En el caso de la estabilidad podríamos ser perdedores absolutos ya que “por tradición” o por “idiosincrasia” somos bloqueadores, tenemos una política gelatinosa y sentimos inestabilidad hasta cuando tomamos un micro.
En lo que a servicios de salud refiere la cosa es aún más crítica ya que existen carencias demostradas en la infraestructura hospitalaria que a la postre también se ven en los procesos de licitación y asignación de recursos, o que llegan incluso al manejo de equipos y ridículamente llegan a aspectos tales como el hurto de perillas de las puertas que llegan de donación extranjera. Esto no desmerece – valga la aclaración – al esfuerzo de los profesionales de salud que incluso con dichas limitaciones llevan adelante una serie de peripecias para poder prestar atención siquiera digna en diversos centros médicos.
Sobre cultura también existe material para quejarse ya que la promoción de la cultura en Bolivia se enfrenta a esfuerzos muy limitados y particulares que bien pueden ser resaltados con los dedos de una mano, las autoridades públicas no disponen de recursos suficientes para esto y deben contentarse con organizar un festival o algo parecido para siquiera justificar su ítem. Cabe destacar que la cultura (entendida como el conjunto de formas y expresiones de una determinada sociedad) ha recibido un buen impulso en su recuperación originaria, desde los hermosos sacos del Presidente (que son realmente obras de arte) hasta la difusión cultural que implica retomar saberes de antaño y tradiciones propiamente locales, podemos afirmar que al menos en lo andino bien se puede hablar de un renacimiento nacional. Queda recomendar que no se dejen de lado aspectos culturales del oriente y los valles que también existen y son muy diversos y ricos así como la cultura universal que también es importante.
Sobre el ambiente tampoco vamos muy mal, evidentemente tenemos el cielo más puro de América (no exactamente en las ciudades) y esto nos permite ser un pulmón del Continente y por supuesto de las ciudadanas y ciudadanos de este país.
En lo que a educación refiere se hace preciso dotar a las profesoras y los profesores de salarios más que dignos de modo tal que puedan dedicarse a tiempo completo a la formación, con niveles de alta exigencia y calidad que hoy en día son imprescindibles.
Para que hablar de infraestructura que se tranca muchas veces en licitaciones tardías o mal llevadas, obras mal ejecutadas y una que otra vez un buen paso a desnivel que nos tapa la boca y nos hace “soñar” (al igual que la Selección) con que vivimos en una ciudad de primer nivel.
Para rematar (y este es un indicador más importante que los anteriores) la calidad de los habitantes de una ciudad es relevante, cosa que en Bolivia deja mucho que desear, somos mayormente flojos, atrasones, no respetamos al peatón, el peatón no respeta los pasos de cebra (si es que están) ni las paradas establecidas (también si es que las hay), somos poco higiénicos (mercados sucios, basura en las calles) y poco disciplinados. Es – quizás – este indicador el que más nos distancia de las grandes ciudades y el que incide de manera directa en los inicialmente considerados por la revista Economist.
Reitero que Bolivia tiene un problema, y no son solamente sus autoridades, el mayor problema con el que debemos lidiar es con nosotros mismos.

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