BOLIV IA, LOS QUE HACEN BIEN Y PAUL EL PULPO


El viento frío de las montañas se estrella ágil contra el cálido llano formando en su camino lo que conocemos como Bolivia, un cúmulo de habitantes, distintos en forma pero similares en esencia viven el día a día contemplando sus mercados, odiando sus congestionamientos, ahorrando el centavo y anhelando el pasado, que para muchos, siempre fue mejor. Los ancianos y los padres recuerdan con gloria la antesala del presente y caminan en sus mentes por lo que fue y ya no será, los jóvenes viven en una realidad que desearan fuera más extranjera y menos nacional, los adultos viven y trabajan más que pensar, y los niños, que son los únicos que cantan orgullosos un himno nacional, esperan su turno para poder acceder a una de estas categorías y replicar la historia una vez más.
“La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve para nada” decía García Márquez, pero, y aún a pesar del Nobel del 82 o del cíclico andar de la vida boliviana, siempre diurna, siempre familiar, eterna y orgullosa de su inmovilidad, es posible encontrar la sabiduría en pequeños detalles de aquellos que sí quieren un país mejor, la respuesta no está en manos de un pulpo con aires de oráculo, la respuesta está en la razón de aquellos que sí creen que haciendo las cosas bien podemos construir un lugar bueno para vivir. Cada calle del país tiene problemas, cada rincón muestra falencias y aún a pesar de ello están los que día a día tratan de hacer lo suyo bien, los que sin ser autoridades públicas, sin ser masistas u opositores tratan de ganarse la vida con esfuerzo y genuina dedicación, a ese ciudadano común y corriente, soldado raso que nunca llegará a cargo alguno en el municipio, en la gobernación o en algún apartado escritorio de la administración pública, debe ir el reconocimiento pleno de la gestión verdadera que significa vivir bien, aquello que hace y forja los países grandes, los que no tienen en sus calles la basura que sale del bolsillo, los que no escupen en el suelo, los que saben la diferencia entre un árbol y un baño, los que saludan, los que piden la factura, los que son como son no por sus gobiernos ni sus líderes sino por ellos mismos.
A todo aquel que siente que hacer bien es luchar contra la corriente, que es alcanzar un sueño imposible, debiera ir el reconocimiento de todos, porque en ellos estará el futuro posible de esta nación, nosotros decidimos, nosotros somos los que debemos de cambiar. En tanto esto no suceda nos queda la fachada lamentable del enfrentamiento entre Costas y el Vicepresidente, los accidentes, los campeonatos de la liga que deberemos de soportar a regañadientes luego del mundial, los rumores de nacionalización, los discursos del Presidente, las rabietas de la oposición, y la eterna y bien arraigada idiosincrasia nacional que todo lo puede amparada en la viveza criolla.
Y nos queda solo esa opción, o creemos en mejorar o nos hundimos, o alentamos más a los que hacen las cosas bien o mejor vayamos preparándonos para que en un futuro un cefalópodo como Paul pueda llegar a ser Presidente, si tantos aciertos tiene y nosotros somos tan ingenuos, casi y absolutamente todo es posible en nuestro país.

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