Lo cortés no quita lo valiente

La sociedad, como conjunto que aglutina a los miembros de un Estado, está regida por normas de distinto tipo; por un lado se encuentran las de trato social y las reglas de urbanidad; y por supuesto, por otro lado, están las leyes, cuya principal característica es la coerción. Las personas que conforman un estado, sea este cual fuere, están obligadas al cumplimiento de la norma positiva, es decir que bajo la figura escrita, aquella que por sus características tiene el imperativo de obligatoria, un sujeto social debe regir su accionar en base a la ley. Sin embargo, respecto a las reglas de urbanidad y las de trato social, no existe carácter obligatorio que las demande y por ende su sanción es social, sea esta de repudio o aprobación. La semana que concluye hemos sido testigos de un claro ejemplo, la electa diputada, Norma Piérola, ha negado el saludo al Presidente y al Vicepresidente del Estado Plurinacional, aspecto incurso dentro las reglas de trato social, no punible, por ende no sujeto de demanda alguna. Sin embargo, a juicio propio, bien puedo afirmar que no es correcto lo hecho por la diputada, ya que las diferencias ideológicas y políticas, no debieran ser objeto de falta de educación. Dice mucho de una persona su forma de actuar, siendo una realidad, que vale más una persona educada y cordial que una mal educada, por muy sincera que está pueda ser. Los cimientos del pacto social, aquel que Rousseau emplea para explicar el nacimiento de la comunidad, se apoyaban en la tolerancia, en poder entender al otro, aún cuando éste no piense como uno. Este, es también, un principio, del pensamiento democrático. ¿Qué sería, le pregunto a usted querido lector, si el respeto no fuese la base de toda conciencia humana? ¿Qué sociedad podría existir si no somos capaces de encontrar el punto de equilibro entre aquello que nos separa y lo que nos une? ¿No vivimos, acaso, bajo esa lógica en nuestro diario vivir, sea este con el vecino, el amigo, e incluso la familia? Por ello es que un tema tan sencillo en su forma, merece un comentario al respecto. Porque se trata de promover algo que debe ser principio de propios y extraños, de oficialistas y opositores y, de usted, y yo. El camino que todo gobierno, y toda oposición, debe seguir para obtener una gestión positiva, es el diálogo, y todo diálogo parte de la educación. Por ello, es que es importante apuntar al camino adecuado, al que deben regirse gobernados y gobernantes, sin distinción: el diálogo. Como dice el título de este artículo, lo cortés no quita lo valiente.

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