Más allá de Charlie Hebdo: el fundamentalismo y el respeto

Más allá de Charlie Hebdo, se encuentran dos conceptos críticos: por un lado uno que ya ha cobrado miles de vidas humanas, el fundamentalismo religioso; y por otro, la carencia de respeto, que es raíz de un sin fin de padecimientos. Analicemos primero el radicalismo religioso, este extremo, terrible y aberrante, ha mostrado, nuevamente, su peor rostro; un ataque despiadado nos ha recordado que, en el mundo, sea en París o en el poblado más alejado del planeta, el radicalismo es, y será siempre, el desequilibrio de toda fórmula, y podrá, una y otra vez, segar vidas o violar derechos fundamentales de otros que, según su visión, fuesen infieles. Asesinar a costa de un principio religioso, sea este un valor occidental, tal cual lo fue en su momento la Inquisición, o una fuerza venida de lugares más lejanos, tal el caso musulmán, es negar la vida, y por ende implica la imposición de una visión dogmática y, a costa de la fe, extraer las más oscuras acciones del ser humano. Por la religión no solo se mata, sino se martiriza a miles de personas en el mundo entero cada día, los abusos son tantos y es tan fuerte la visión de las creencias que, al ser silenciosas las torturas, pasan desapercibidas y son comúnmente aceptadas por las comunidades donde se ejecutan. El mundo está ciego, y no es una exageración, y no se trata de un equipo periodístico masacrado en la capital del mundo, se refiere a un accionar sistemático que minuto a minuto trastoca a muchos en radicales y que sucede en lugares alejados de los atentos ojos de la prensa mundial. Pero, y siguiendo más allá de Charlie Hebdo, está también algo que el Papa Francisco refería precisamente esta semana que concluye: el respeto; base sobre la cual usted tolera lo que yo escribo y yo consiento su crítica. Pueden los otros pensar muy distinto a nosotros, actuar de manera diferente y hasta razonar en contrario a lo que yo considero correcto, pero ello no da derecho a, como dijo el sumo pontífice, “reírse de la fe”. El mundo occidental, puede no creer en los dioses de otras latitudes, pero debe respetar sus modelos culturales, sus visiones y creencias; es lo mismo que nosotros esperaríamos de ellos, respecto a nuestras propias convicciones. Charlie Hebdo es una publicación polémica, y en el trasfondo de lo sucedió está, sí, la defensa de la libertad de expresión como garantía del pensamiento plural y de la libertad de existir, opinar y hasta criticar; pero no debemos olvidar, que la base de la existencia humana es la tolerancia, el respeto y la aceptación del otro como un distinto a uno y que, aun a pesar de ello, merece mi tolerancia, incluyendo otras creencias.; y de esto, muy poco pareciese entender Charlie. Una sociedad mejor, será aquella en la que la tolerancia se imponga sobre las diferencias y donde el distinto sea aceptado sin importar su discrepancia, donde la religión sea solo una opción para fortalecer valores y no fundamentos para imponerlos, y donde los unos y los otros convivan. Por lo dicho, es aberrante lo sucedido en París y nada lo justifica, pero también debemos promover una cultura de respeto al otro, de consideración con lo que piensa y con lo que cree, y esto lo incluye a usted, a mí, a los musulmanes y a Charlie Hebdo.

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