Mucho ruido y pocas nueces

Nuevamente se aproximan elecciones y, como todo proceso democrático, se espera que sean los habitantes del Estado quienes definan, a través de un voto mayoritario, quiénes serán las autoridades que regirán la administración pública, y, por ende, serán los líderes que determinen las acciones que a su turno, se supone, redundarán en el propio votante. La democracia es un juego de propuestas, las de uno frente a las del otro, ambas emprendidas en ocasiones por visiones ideológicas que a lo largo de la historia han permitido la existencia de conocidos enfrentamientos entre polaridades tan populares como la izquierda socialista y la derecha capitalista; o que han permitido el surgimiento de una serie de formas de gobierno basadas, en muchos casos, en quien detenta el poder y quien puede ejercer la coerción en base a dicho poder y, lógicamente, su base económica. Así sucede y ha sucedido también en Bolivia, y de épocas en las que se han vivido gobiernos socialistas como los que históricamente pretendió J.J. Torrez (1970 – 1971), en el que se expulsó a los Cuerpos de Paz de Estados Unidos, se nacionalizó la Mina Matilde, se incrementó el presupuesto a las universidades públicas y que derivó en un paradójico gobierno militar de izquierda; también pasamos a gobiernos como el de Sánchez de Lozada (1993-1997 y 2002-2003), que realizó la capitalización de empresas públicas y el conflicto por el gas, derivando luego en su renuncia y que fue el epílogo de un gobierno de derecha; llegando así al denominado Proceso de Cambio, liderado por el Presidente Morales, el cual viene desarrollando una política (2006 hasta la fecha) marcada por una tendencia social y una visión popular que el tiempo se ocupará de valorar. Estas, así de variadas, pueden ser algunas de las posturas que se planteen en los escenarios electorales del país, en este año en las elecciones sub- nacionales en las que definiremos quiénes accederán al mando de los gobiernos municipales, departamentales y regionales. Así es que, en dicha lógica, tendremos posturas e imposturas, pero lo esencial, lo realmente importante, la propuesta de fondo, poco importará para un electorado acostumbrado a votar en masa o a votar por que este, o aquel, sea oficialista u opositor. Los azules votarán por quien el partido imponga, hubiese sido por el ex alcalde, ahora será por un nuevo candidato, así también lo harán a nivel de la Gobernación cuyo candidato será apoyado sin duda alguna; a su vez los opositores, sean verdes, naranjas, rojos o multicolor, se presentarán rotos, fraccionados y carentes de una alternativa o propuesta, votarán disparados a distintos lados, sin unidad y sin chances de ganar; pero claro, por lógica y hasta parecería que por una especie de convicción, los electores de estos últimos votarán contra el oficialismo, no porque su candidato sea mejor, o porque siquiera tenga una propuesta mínimamente superior que el otro, lo harán sencillamente porque es una oposición para el partido de gobierno. Votar así: los oficialistas sin dudar del candidato impuesto y únicamente fieles a la consigna, y los otros por quien sea contrario a los primeros, solamente por el hecho de ser antónimo; no es democracia, al menos no una democracia madura, pues no implica un proceso pensante, es visceral, inerte, falto de propuestas, de ideología e incluso de practicidad. Por ello, entre varios otros temas, nuestra inmadura democracia tiene mucho ruido y pocas nueces.

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