La triste historia del doble aguinaldo

Cuando nació, fue una sorpresa para propios y extraños, una medida que sonaba a oro y que era alabada por la clase asalariada del país, una disposición única cuyo eco resonaba como progreso y pujanza en un país acostumbrado a la necesidad y al sacrificio. Pero su brillo, desde ese inicio detonante, fue perdiéndose en la misma medida en que los expertos del área empezaban a sacar a la luz los posibles riesgos de tal iniciativa; pero Bolivia es un contradictorio país, en el cual sobreviven , en una suerte de dicotomía bañada de sufrimiento y negación, las políticas públicas y los emprendimientos privados, y así fue que a la apasionante política no le importó la fría voz de la economía y prefirió apoyarse en la efímera popularidad del populismo y eligió no escuchar la voz técnica de la razón, y el doble aguinaldo se impuso, y las empresas, a pesar de que se quejaron, tuvieron que cumplirlo. El doble aguinaldo fue, desde el principio, una medida a todas luces política, enfocada en promover una imagen que refleje éxito financiero y encumbrando un crecimiento mentiroso de la economía nacional. El argumento que sustentaba ésta medida, pasaba por el crecimiento financiero que se sostenía en los logros obtenidos en la economía nacional, entre ellos ciertas áreas estratégicas, cuyo desarrollo era distinto al de la gran mayoría del empresariado local; por ende resultaba mentiroso afirmar que este crecimiento era real y común a los emprendimientos privados bolivianos. Fruto de ésta medida política varias empresas se ven asfixiadas económicamente, muchas otras empiezan a reducir su personal y a limitar sus actividades, y empieza a rodar así una suerte de cadena infinita y silenciosa que se mueve en desmedro de los privados, sus proveedores y los mismos empleados – supuestos beneficiarios del aguinaldo - . Pero aún así este era un efecto subterráneo, un daño a largo plazo, una realidad que hoy ha hecho que varios emprendedores abandonen sus negocios o mínimamente reduzcan su actividad. Pero el discurso sonaba bien para el Gobierno, y por supuesto, sonaba mejor para los que recibieron su doble aguinaldo y con él pudieron comprar de los mercados informales un nuevo televisor o pagar una vieja deuda; pero todo ello no es desarrollo real sino más bien constituye un placer pasajero. Y así fue que, mientras la empresa que genera salario y trabajo digno moría, revivía el regalo de lujo que nos duraría poco. Paralelamente la presencia de aquel nuevo dinero se reflejó en un proceso inflacionario natural, a mayor caudal de dinero circulando los precios subieron, pero ya no bajaron ni bajarán éste año aún a pesar de que el beneficio no llegará. En resumen seguiremos pagando los daños de aquella medida política y poco económica. Y así llegamos a éste año en que el Gobierno anunció que no habrá doble aguinaldo pero que no acepta ninguno de los malos efectos que éste tuvo, pero no debiera asombrarnos ya que en Bolivia estos riesgos son cosa común, y más al contrario el Estado no apoya y prefiere cargar al empresario privado de una serie de obligaciones que harán insostenible su trabajo. Bolivia es un gran país, pero no se da el real valor al empresario privado que cuál Quijote debe estar luchando para sobrevivir sin ayuda de nadie.

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