El lenguaje del poder

Los pasillos del poder están inundados de un lenguaje que lleva consigo el mensaje que al poderoso le interesa transmitir. Sucedió así en los Gobiernos más democráticos y sucede también en los regímenes más duros. El mensaje (entiéndase discurso político), que el emisor (léase el poderoso) trata de incrustar en el receptor (llamémosle pueblo), carga consigo la propuesta ideológica de la gestión gubernamental. En el caso actual, el discurso gubernamental ha tenido varios ribetes, uno de estos se ha centrado en la reivindicación del indigenismo, pero no únicamente como revalorización cultural o social, sino que ha adoptado un tinte de revancha contra el que ha sido definido como “blanco”, como el “kara”, o como la “clase media decadente”, entre otras definiciones. Este discurso político, reiterado en numerosas ocasiones por la cúpula política nacional, ha creado el panorama del indígena eternamente abusado y del citadino abusador, y le ha definido a este último —con exclusividad— con el rótulo de discriminador. No vamos a negar que la historia del país está plagada de injusticias sociales de las cuales los indígenas han llevado la peor parte, pero es también innegable que el discurso actual del Gobierno es un discurso basado en el odio, un mensaje que pone al hermano contra el hermano. Resulta triste verificar que el Gobierno, con el apoyo que tuvo en su momento (y que actualmente ya no dispone), pudo unir en vez de separar. Pero quien siembra rencor cosecha tempestades, porque el odio sólo genera más odio.(Imagen tomada de archivos públicos de Internet)

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