Lo técnico, lo político y lo pendejo

 


El pretexto se le presentó cuando el anterior presidente afirmó que el gabinete del nuevo mandatario requería de una mayor presencia de ministros políticos, en lugar de profesionales técnicos.

ー ¡Se van al carajo! ーgritó el viejo.

Por aquel entonces el abuelo había abandonado el cuarto en el que plantó su propio reclusorio, no porque le arrugó la tranquilidad el comentario del ex presidente, sino porque las goteras no lo dejaban en paz.

En sus años mozos Severo Malpartida había sabido empuñar y ensartar cuanto insulto se le puso al alcance de la mano, su fama de deslenguado estaba tan difundida que se le tenía por grosero desde los barrios más finos hasta las esquinas más miserables. Sin embargo de su lengua de ají y contrario a lo que podía ordenar el sentido común, todos los que le conocían lo querían y lo apreciaban, porque si bien toda su vida fue un bruto sin oficio conocido, supo ganarse un respeto criollo por ser el hombre más sincero del pueblo.

Fue él quien afirmó, «si el partido se va a la vaina, será por esa ambición de mierda», cuando el ex presidente anunció que buscaría su reelección indefinida. Era él también el que solía decir, «otra vez empezamos el fraude», cuando el vicepresidente anunciaba que faltaba contabilizar el voto rural. Así también fue él el que sentenció, «no fue golpe, y si lo hubiese sido, nos lo merecíamos », cuando alguien le consultó sobre los incidentes del aciago verano de 2019.

Esa vocación sincera, que la heredó de un tío cuyo pellejo quedó a la intemperie y a disposición de la putrefacción porque fue descubierto robando unas gallinas, estaba recompensada con un sentido de la realidad que lo libraba de los embustes y de las mentiras. 

Odiaba a los políticos, como todo el mundo, pero Severo Malpartida les decía sus verdades de frente.

El día en que el maltrecho líder del partido pidió ministros políticos en lugar de ministros técnicos, la sinceridad salió de su boca como la erupción de un volcán, pero como no tenía a nadie a quien decírselo, terminó reclamando a voz en cuello en la puerta de su casa. Los transeúntes, que deambulaban por las calles mal armadas, evitando las aceras desencajadas y huyendo de los goznes mal estructurados, terminaron por oír los argumentos bien razonados de un hombre ignorante pero enterado de la vida.

Los que lo escucharon supieron rápidamente que Severo Malpartida era un hombre con una limitación penetrante que nunca había podido superar: la formación educativa, pero entendieron también que aquella carencia era compensada con un sentido común que le otorgaba un criterio fascinante, bajo cuya óptica tenía bien claras las realidades de un mundo de morondanga que conocía de ida y venida. Por eso, sin desagraviar a nadie, se atrevió a sentenciar lo que todo el mundo sabía:

ー ¡Un ministro que no es técnico, es un ministro pendejo!

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(Imagen tomada de: https://www.google.com/imgres?imgurl=https%3A%2F%2Fpbs.twimg.com%2Fprofile_images%2F1135679486215827457%2FDlpu3v4A_400x400.jpg&imgrefurl=https%3A%2F%2Ftwitter.com%2Fsrministro_&tbnid=Gr3QzRNVsqtqjM&vet=12ahUKEwihlMq7kbn1AhWYpZUCHVNYDvsQMygDegUIARCyAQ..i&docid=ZeEi_3iebN5SXM&w=320&h=320&q=se%C3%B1or%20ministro&authuser=1&ved=2ahUKEwihlMq7kbn1AhWYpZUCHVNYDvsQMygDegUIARCyAQ)

Comentarios

  1. Claramente se nota la carencia y falta de preparación y en sus mismos argumentos existe la contradicción, lo peor es qué, cuando uno que apenas aprendió a leer pretende enseñar y hacer desaparecer el analfabetismo, es como si tratara un rescatista que no sabe nadar salvar al que se está ahogando.
    rrmv.

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