El nombramiento de ministros de estado ha desempolvado un viejo conflicto que ha existido desde hace muchos años en la administración estatal: el dilema de la capacidad técnica vs el peso político.
Durante años la gestión pública se ha inundado de personas que reciben a cambio del favor o del aporte dado un cargo por el cual recibirán un salario y un trabajo que no corresponde a su capacidad ni a su formación. Este conflicto, que ha desatado una pugna entre aquellos que defienden que el aporte partidario es más relevante que la capacidad profesional o técnica, ha derivado en que nuestro país tenga entre su personal público a personeros no capacitados para las tareas encomendadas. Cierto es que no todos los casos serán así, pero es evidente que quienes hoy reclaman porque se dé peso a una determinada región o a un determinado gremio para ocupar un asiento ministerial, son los mismos que mañana reclamarán por un mal servicio o una mala atención.
Es tan agudo este conflicto que se lo ha visto en gobiernos de izquierda y de derecha, en municipios y en gobernaciones, y en toda entidad pública donde el rango político pesa más que la capacidad profesional.
Este modo de manejar las cosas muy rara vez ha sido modificado y ha sido objeto de uso y abuso por parte de gobiernos de izquierda y de derecha, porque en el azaroso camino por obtener el poder los candidatos requieren de aparatos que les permitan desempeñar sus actividades político partidarias en ámbitos complejos en los que se requiere, además, un gran aporte económico y un monumental grupo humano. Esta suerte de desequilibrio democrático hace que los candidatos deban llegar al final del recorrido con los bolsillos cargados de deudas y obligaciones para con quienes les hubiesen apoyado. El que pierde es usted, porque el Estado se convierte en un elefante dormido que resulta difícil despertar.
“Zapatero a tus zapatos” reza un antiguo refrán y eso es precisamente lo que necesitamos.
Comentarios
Publicar un comentario