El profesor, el sindicalista y el monumento a la ignorancia

 La mañana de aquel jueves, Romina Paz se vio sorprendida por la presencia de un nuevo monumento.

— ¿Y qué es eso? —le preguntó su hijo Fabián Cuevas con la mirada cargada de intriga.

— No sé —respondió la mujer cuyos ojos escudriñaban el macizo.

Rufino Condori, un viejo sindicalista de la época, había escuchado la  pregunta del niño, y sintiéndose desencantado con la respuesta decidió intervenir.

— ¡Es pues el monumento a los Héroes de Senkata! —afirmó— un homenaje a la gente que ha muerto por defender la democracia.

Los rostros de dolor, labrados en piedra, parecían secarse al sol. Fue ahí que el destino quiso que el profesor del pueblo pase por ahí, y justo un descuido del viento hizo que una ráfaga de aire lleve a oídos del académico la respuesta del hombre. 

Álvaro Ramírez era un profesor de experiencia comprobada cuya lengua sincera le metía continuamente en problemas. 

— Yo no los llamaría héroes —acertó a decir el profesor— bien deben ustedes recordar que trataron de volar la planta de energía. Hubiésemos muerto todos.

— ¡Eso es mentira! —espetó Rufino Condori.

— No sólo no es mentira, sino que es parte de una verdad mayor que no es favorable para los seguidores del mal llamado Proceso de Cambio. Ustedes volaron pasarelas y destruyeron carreteras, pretendían cercar a la ciudad, y pudieron tanto morir como matar. Para peor de males, están tratando de reescribir la historia para que el dictador de los 14 años quede como la víctima de los 21 días. No lo lograrán.

Rufino Condori se encolerizó y sintió que la sangre le subía a la cabeza.

— ¡Usted es un racista! —gritó el hombre— ¡un instrumento de la derecha, un opresor del pueblo!

Álvaro Ramírez, acostumbrado a ese tipo de respuestas, no se calló.

— No lo soy, lo que pasa es que no soy ciego a realidad —replicó— tu gente bien pudo considerarse un grupo terrorista tanto como una pandilla de ignorantes, aunque todos sabemos que en realidad son los grupos de choque que el  gobierno supo sostener con el dinero de nuestros impuestos.

— ¡Imposible! —terminó por aclarar Rufino Condori, y se marchó maldiciendo en aimará. 

—La verdad duele — dijo el profesor— lo último que necesitamos es un monumento a la ignorancia.



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(Imagen tomada de: https://www.google.com/url?sa=i&url=https%3A%2F%2Fwww.mundifrases.com%2Fblog%2F2016%2F04%2F02%2Fla-ignorancia-en-140-caracteres%2F&psig=AOvVaw014CDTqyj45oPpPenR6ISJ&ust=1638905382258000&source=images&cd=vfe&ved=0CAwQjhxqFwoTCLDgubz0z_QCFQAAAAAdAAAAABAD)

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