La tarde del 10 de octubre de 1982 fue una jornada maravillosa, o al menos así lo recordaba Tadeo Cerezo, que por aquel entonces respiraba el aire fresco y lozano de los 30 años.
Por aquel tiempo retornaba al país la democracia pisoteada desde 1964 con la sucesión de gobiernos militares que masacraron al país. Apenas un par de días antes, el nuevo presidente volvía de su exilio, se llamaba Hernán Siles Suazo; su promesa, apenas hecho presidente, se centraba en recuperar la libertad, la democracia y la justicia social.
Hoy, en pleno siglo XXI, ya con las sienes cubiertas de albo y con el rostro cuarteado por el tiempo, con el cerebro medio seco de tanto pensar y con la vejiga herida por tanto orinar, Tadeo Cerezo evaluaba los 40 años de la democracia boliviana, pero no lo hacía en un sencillo sentido práctico, como podría esperarse de alguien de su edad y su experiencia, lo realizaba con una amplia profundidad filosófica, trazando una línea recta entre su propio punto de vista y el sentido crítico de los creadores de la democracia: los griegos.
Hace mucho que Tadeo Cerezo hablaba con gente imaginaria, desde los muertos más célebres hasta sus propios abuelos difuntos, enterrados y hasta exhumados, solían visitarlo en sus infinitas tardes de soledad. Su médico de cabecera había diagnosticado un trastorno irreversible al cual poco a poco se fue acostumbrando toda la familia.
Aquella ocasión le visitó un gran pensador, un maestro de la historia que si bien solo vivía en su mente y era claro síntoma de la fatal enfermedad que hace mucho corroía su razón, le compartió una charla que se llevaría a la tumba.
ー La democracia es una mierda ーdijo Tadeo Cerezo.
ー No son los ojos los que ven, sino lo que nosotros vemos por medio de los ojos ーrespondió Platón, el conocido filósofo.
ー 40 años y Dios sabe que seguimos jodidos ーreplicó el viejo.
ー Debemos buscar para nuestros males una causa que no sea Dios ーcomentó Platón.
ー ¿Por qué falló la democracia? ーpreguntó Tadeo Cerezo.
ー Si estuvieras en medio del océano en un barco, ¿qué harías? convocarías una elección para ver quién debería pilotar el barco o buscarías alguien que sea experto en hacerlo ーcuestionó el filósofo.
ー Por supuesto que buscaría a alguien experto ーrespondió rápido el anciano.
ー He ahí el problema de la democracia ーsentenció Platónー el pueblo elige a quien no debe.
Tadeo Cerezo moriría poco después aquejado por un mal que nunca aceptó y jamás entendió, su cadáver sería enterrado en el cementerio general, pero su alma se sumaría al mar de inconformes que murieron convencidos de que la democracia estaba mal manejada.
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