Octavio Mantilla y el aguacero


Cuando el cielo se derrumbó sobre él, Octavio Mantilla supo que todo se iba al demonio; lo pudo reconocer cuando vio que en las esquinas se formaban remolinos de basura y mugre, lo identificó cuando vio que la inmundicia se atoraba en las puertas de las casas y lo evocó cuando recordó un texto que él mismo leyó hace mucho en un libro endemoniado.

Aquel texto repudiado por la vida, pero aceptado por la muerte, era un libro cuyas tapas estaban cocidas con tripas de gato, y tal cual sucedía aquella noche, relataba una noche tormentosa.

La historia en sí narraba a detalle una espectral maldición de oscuridad en la que los relámpagos de un cielo verdugo y tirano decidieron castigar los errores de un pueblo acostumbrado al pecado. Contaba el relato aquél, que las gotas de lluvia golpearon con tal intensidad, que los desagües construidos por los fundadores reventaron ante una presión nunca antes vista, y que semejante aguacero formó ríos que atravesaron las viejas calles hasta generar una presión inimaginable que terminó por reventar junto con los desechos de los temerosos habitantes, formando así una masa de mierda gelatinosa que  tardó días en ser removida.

Octavio Mantilla, que por entonces era el profesor de ciencias de aquel poblado, llegó a las gradas de la iglesia mojado hasta el alma, su intención era cubrirse del aguacero que en ese momento parecía comerse a todo y a todos. Ahí, junto al cura de la parroquia, más de media docena de vecinos buscaban lo mismo.

ー Es un castigo del Señor ーdijo el Padre Rufino. 

ー Tenemos que rezar más ーreplicó doña Josefa Uriarte, la beata del poblado.

ー Podríamos sacar a algún santo en procesión ーpropuso don Salomón Petro, el alcalde.

ー Yo creo que es culpa de aquellas mujeres de andar ligero que han llegado al pueblo para los carnavales ーacusó doña Sinforosa Aguda, la matrona.

ー También es culpa de los que sólo se la pasan en la cantina ーsentenció Gualberto Recuadro, el panadero.

ー Lo que hay que hacer es sacrificar una llama para la Pachamama ーplanteó el jilakata de la comuna.

Octavio Mantilla, que aún recordaba lo que alguna vez leyó y sabía que los culpables eran varios de los que estaban allí, los miró a todos y midió las responsabilidades de cada uno: estaban los que sembraban basurales a diestra y siniestra, los que desviaban cauces para sus sembradíos olvidando que el río siempre vuelve a su curso, los que robaban en vez de mantener limpias las torrenteras, e incluso los que por acción u omisión no respetaban lo que natura exigía. 

ー Es nuestra culpa ーafirmó.

Nadie le respondió, en parte porque varios no entendieron, pero algunos años después comprenderían que Octavio Mantilla se refería al ego de una humanidad que no respetaba a la naturaleza y que promovía la perversa costumbre de creerse Dios.




Imagen tomada de: https://www.las2orillas.co/


#relato #literatura #literaturaboliviana #ronniepierola #escribir #writer #literature #cuento #literaturalatinoamericana #ronniepierola #tale #microtale #bolivianliterature #escritor  #writer  #libros #books #frases #leer #cultura  #escritoresbolivianos #microrelatos 

Comentarios