Intolerancia y desarrollo

Recientemente las pantallas de televisión en toda América Latina se llenaron con las imágenes españolas que mostraban a Sergi Xavier M.M. maltratando a una joven ecuatoriana solo por el hecho de ser una emigrante.
Se define a la discriminación como a “la distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos varios (sexo, raza, religión, condición social, origen) cuyo propósito o resultado sea anular o disminuir el reconocimiento, preferencia o ejercicio, en iguales condiciones, de los derechos humanos y libertades fundamentales en la política, la economía, la sociedad, la cultura o cualquier otra esfera de la vida pública”, al igual que la xenofobia que viene a ser comúnmente entendida como “el rechazo a los extranjeros”. Ambas constituyen formas de intolerancia que aún hoy, en pleno siglo XXI, persisten y dañan.
La intolerancia en el mundo es cosa común y de diario vivir, en países desarrollados como Estados Unidos se encuentra bastante arraigada contra la comunidad de color, similar situación la viven los Latinoamericanos y en peor medida aquellos de creencias musulmanas. La pobreza y falta de trabajo ha llevado a cientos de ciudadanos de esta parte del mundo a abandonar sus naciones y buscar “sueños” en otras latitudes, muchas veces en condiciones de maltrato y abuso a costa de poder enviar a sus familias unos centavos que les permitan siquiera vivir.
Bolivia no es la excepción, ya hace varios años surgió el fenómeno migratorio con mucha fuerza hacia España, país donde la migración provoca sentimientos de rechazo y entre cuyas víctimas se debaten muchos ciudadanos bolivianos que atrás dejaron a sus familias.
¿Cuál la solución a este problema?, pues la respuesta no deja de ser simple: crear fuentes de empleo para las y los bolivianos, pero lamentablemente al ser el Estado Boliviano una entidad corrupta, limitada en su organización y efectividad, carente de tolerancia hacia quienes considera oposición y radical en sus visiones económicas el camino al desarrollo se aleja cada vez más.
Pareciera que el mundo marcha a un lado y nosotros vamos al otro, es preciso que se otorguen garantías para que otros desarrollen su capacidad productiva, me refiero específicamente a garantizar la inversión privada que bien puede crear fuentes de trabajo que ayuden a que la gente piense en quedarse a vivir en Bolivia. Las garantías de inversión privada deben ser prioritarias en el país, permitiendo de esta forma que un empresario pueda ejercer plenamente la seguridad jurídica y política que se requiere para desarrollarnos.
Asimismo es preciso que dejemos de lado nuestras diferencias, que abandonemos las actitudes de intolerancia y consiguientes discriminaciones entre cambas y collas, entre la media luna y el occidente, entre Sucre y La Paz, entre autonomistas y centralistas, entre blancoides y morenos, entre english speakers y quechua parlantes Etc. En suma que pensemos en función a un país bajo la lógica que en algún momento Kennedy afirmó: “Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas”, óptica bajo la cual tanto los unos como los otros deberán de aportar para tener un país en el que se pueda vivir bien.

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