La inconformidad, la iniciativa privada y el Gobierno


La voz de la inconformidad se escuchó nuevamente en los dinamitazos del pasado 10 de febrero en la Plaza del mismo nombre en la Capital del Folklore Boliviano, aquella ciudad que otrora había recibido orgullosa al Presidente Evo Morales, ahora le expresaba su rechazo a través de silbatinas para aquellos que desfilaban con el brazo izquierdo en alto y para el propio Presidente, logrando incluso con ello que prácticamente “escape” a la sede de Gobierno evitando confrontaciones indeseables.
Este rechazo, que en los últimos días se traduce y se manifiesta en las múltiples filas que deben de realizarse en el país, también se vivía el mismo día en Cochabamba y otras ciudades del país, con una marcha en la que cientos de personas gritaban a voz en cuello consignas que reflejaban la situación compleja del panorama nacional.
Pero analizando el fondo de la problemática nacional, más lejos aún de las negociaciones entre los lecheros y la Pil, o por debajo de la caña de azúcar y los problemas climáticos que provocan líos con el precio de la papa (los que, ojo, no niego son factores importantes), persiste una visión transversal en el accionar gubernamental que se evapora por todos los poros de los funcionarios que conforman el gobierno: la falta de promoción a la iniciativa privada.
El conjunto de un país lo hacen sus ciudadanos, quienes a la vez son productores en la medida en que pueden ser emprendedores o no, en los países más desarrollados aquellos que tienen un emprendimiento son apoyados bajo distintas formas (incluida la seguridad y garantía de su inversión) y se convierten a la vez en generadores de empleo, en productores de bienes y servicios y por ende llegan a satisfacer, de mejor manera, las necesidades de las sociedades que siempre van en aumento. A esto se lo conoce como libre empresa, la que no significa (salvo interpretaciones radicales), un abuso en el cual el empleador pueda derivar en abusos a los trabajadores. En su momento Chile mostró que se podían bien sostener agresivas políticas de corte social en un sistema de libre mercado que hoy puede gozar de estabilidad, empleo y por ende desarrollo.
Nadie podría estar en contra de muchas de las medidas sociales que el gobierno liderado por el Presidente Morales ha puesto en marcha, las que – en su oportunidad y desde este mismo espacio – se aplaudieron, pero también resulta necesario analizar los contras que pueden existir en caso de persistir un corte “socialista” que únicamente llevará a mayores descalabros.
Necesitamos más hospitales de tercer nivel, más atención básica en salud, educación de calidad, orden incluso en las calles, más unidades educativas y más ítems para maestros y médicos bolivianos, más de todo y la forma de construir esto es a través de mayor unidad, más trabajo para los bolivianos y mejores condiciones y garantías para la iniciativa privada.

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