¿Para quién trabajo?

Esta es seguramente la pregunta de cientos de pequeños empresarios que día a día se enfrentan con la amarga realidad de tener que aceptar que definitivamente no trabajan para ellos. Porque en Bolivia la iniciativa privada pareciese no tener futuro, porque el Estado se ha convertido en un ente punitivo y enemigo del sector empresarial. Cuando uno se anima a ser un emprendedor, se traza la meta de generar por medio de su actividad los recursos suficientes para poder siquiera sostener una vida digna, pero triste es la realidad con la que uno choca tan pronto pone los pies en el mundo de los inversores, porque fría es el agua de la burocracia y helada es la indiferencia con la que el gobierno pretende cumplir sus ansias de poder a costa de destruir la iniciativa particular. Porque fácil es prometer mejores condiciones de vida con dineros ajenos, sencillo resulta imaginar que únicamente el emprendedor tiene que meter la mano al bolsillo para sostener un pueblo que vive hipnotizado con los datos macroeconómicos de un desarrollo que no es más que ilusión. Es que la lista de frustraciones es extensa y terrible, y va desde el hecho de luchar cotidianamente por obtener los pagos impositivos del mes (para los que no sirven las facturas cotidianas, porque el Estado aún no notó que la mayoría del empresariado boliviano es pequeño sino minúsculo), o la agobiante verdad de que el inversor debe aceptar que para todo y para nada necesita los infinitos registros de aquí y de allá en una burocracia extensa y aburrida para la cual se requiere una y mil firmas y a cambio de la cual no recibe nada. Para rematar, uno ve que los que más ganan son los que se aprovechan de la corrupción de un Estado que en vez de sancionar premia, de un Estado que prioriza las canchitas de fútbol y los viajes del presidente al Mundial, o que invierte en un monstruoso edificio que tendrá jacuzzi y gimnasio para que las mentes iluminadas de la nación pueden seguir escarbando en la miseria de enterrar a las empresas nacionales. Porque ser emprendedor no es fácil, porque es mentira el discurso de que el empresario lo tiene todo, cuando en la realidad la gran mayoría del empresariado de este pobre país es también un empresariado miserable. (Imagen tomada de: archivos públicos de Internet)

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