Poderfilia y democrafobia

Corría el siglo V a. C. cuando los atenienses inventaron las nociones esenciales de la democracia. La palabra misma hacía referencia a un sistema en el cual los ciudadanos eran quienes tomaban las decisiones, ojo que en esa época un esclavo o una mujer no tenía la condición de ciudadano, por lo que esa democracia era ciertamente distinta a la que hoy conocemos. Es recién en el siglo XVIII que se manifiesta con solidez la idea de igualdad ciudadana ante la ley, y es a partir de ahí que el sistema se difunde como una posibilidad política cierta.
Muchos líderes han emergido en las urnas de la democracia, varios de ellos han logrado grandes avances para sus sociedades y muchos más se han quemado en las hogueras de la vanidad, alimentando un fuego insaciable que se aviva con el ansia de poder.
La democracia ha ido evolucionando en ese camino siempre con tropiezos y cada vez con mayores dificultades, elementos que nos muestran que este sistema no es un lecho de rosas y que por el contrario vive los achaques de una serie de entuertos que le han hecho vulnerable ante la corrupción humana y la poca capacidad técnica que muchas veces tiene la clase política.
Precisamente es esta clase política la que más daño le ha hecho al concepto de la democracia, porque los llamados a representarnos, los conocidos por ser elegidos para servir, son los primeros en servirse, los que abusan del poder y los que detentan y distribuyen las pegas, los que se benefician de ser nombrados embajadores y autoridades, los que caminan con arrogancia por aquí y por allá, siempre dejando tras de sí la estela inevitable del cotilleo que habla de fortunas mal habidas.
Ese es el perfil de político que imagina el común de la gente, un sujeto adicto al poder, alguien que podría ser el ejemplo de algo que podríamos llamar la “poderfilia”.
Esta “poderfilia” está provocando que exista una suerte de “democrafobia”, que vendría a ser una aversión o desconfianza en la democracia. Sé que ambas palabras no existen, pero también sé que ambos problemas sí son evidentes en la sociedad. Por ello es necesario que pase una de dos cosas: o los políticos se hacen honestos (cosa que no sé si podrá ser posible) o quizás es tiempo de votar por programas y ya no por candidatos.

Imagen tomada de Quino (historietas de Mafalda)

Comentarios

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