La república bananera

 


ー Miren la vaina que nos hemos buscado ーsolía decir entonces el coronel Aureliano Buendíaー, no más por invitar un gringo a comer guineo.

La línea, parte de los hilos que componen la manta literaria de la novela 100 años de soledad de Gabriel García Márquez, fue leída con una voz susurrante y bajo una vista atenta y constante. Marcia Arandia, con sus 21 años, 3 meses y 12 días, disfrutaba plenamente de este clásico de la literatura universal. 

La tarde estaba húmeda y algo fría, tras días de sol la época de calor terminaba con una sucesión de tardes lluviosas que únicamente se detendrían ante el arribo del otoño y sus atardeceres rojizos. «Lo lindo de la lluvia es que una puede leer y leer sin culpa», solía pensar Marcia Arandia.

Para entonces la jóven estudiante de ciencias políticas era un diamante lector que brillaba en medio de un mar de carbones que preferían inhalar pantallas. Aquella tarde, sentada junto a su ventana, leía a su autor favorito mientras las gotas de lluvia formaban largas hileras que descendían incesantes unas tras otras impactando en el transparente cristal. Fue en ese momento que Estela Miranda, su madre, ingresó a su habitación y le preguntó:

ー ¿Viste lo que está pasando en el Capitolio? 

Marcia Arandia no sabía de qué hablaba su madre, pero se enteró de inmediato, el caos y el sufrimiento de una de las democracias más famosas del mundo era evidente. Aquella noche la charla familiar pasó de aquel incidente a la pandemia y de los candidatos a alcalde a los chismes de temporada.

Al día siguiente, aún con la lluvia descargando sus lágrimas sobre la ciudad, abrió su celular y leyó que un ex mandatario norteamericano calificaba lo sucedido en el Capitolio como algo propio de una república bananera. Marcia Arandia no pudo evitar recordar que en la novela que entonces leía por tercera vez, fue precisamente una compañía bananera la que había provocado tremendos estropicios en la tranquilidad de Macondo.

ー Pensar que los gringos piensan que la república bananera es el contraste de la democracia ーafirmó con voz tenue y siempre mirando a la lluviaー creen ellos que una república bananera es parte de un país políticamente débil y además corrupto, pero olvidan que ellos son parte del problema, pues fueron sus compañías bananeras las que precisamente explotaron y fomentaron esa podredumbre a principios del siglo XIX. 

Con esa reflexión volvió a su lectura y tras disfrutar las desventuras de la familia Buendía, cerró su libro con la satisfacción de haber realizado un viaje hondamente añorado, el que solamente puede darte la buena literatura. Se fue a dormir en una noche partida por las estelas de unos relámpagos que iluminaban el cielo pero que no se decidían a inundarlo todo. 

Quizás mortificada por aquella tormenta que no se animaba a emerger, Marcia Arandia soñó con un país en el que se aprobaban las constituciones en medio de presiones sociales, con decenas de hombres de ojotas y poncho que amenazaban con cercar ciudades hasta dejarlas sin agua y comida, con hombres de puño y poca memoria que amedrentaban con cercenar las instituciones si la ley no se hacía a su gusto y medida.

Cuando la joven despertó sus ventanas estaban empapadas por fuera, pero poseían para dentro una leve capa de vapor que había ahumado la parte interior. 

La muchacha tomó su dedo índice, lo extendió y con él escribió en el cristal: «aún somos una república bananera».


Comentarios