¿Para qué sirven los políticos?

 


«Papá , papá, ¿para qué sirven los políticos?» preguntó curioso el pequeño Samuel. 

Carlos Urquidi, su padre, un viejo pobre y honrado nacido en la sierra y forjado en la mejor escuela pública, pensó en responder la explicación que la doctrina le había enseñado. En su cabeza hizo un esbozo de respuesta: «son quienes administran el Estado», pensó decir, «son los padres de la patria», se le ocurrió continuar, «los legisladores por excelencia», pudo concluir.

Fue entonces que le llegó ese instante de iluminación que suele cambiar la forma de pensar de los hombres, fue ahí que recordó que justo esa semana dos parlamentarios se agarraron a golpes en pleno parlamento nacional. De inmediato rememoró que un ex ministro se llenó de dinero público los bolsillos y fugó al primer mundo. Volvió a su mente que no hace mucho el presidente regalaba coches a un sindicato cuando bien pudo emplear ese dinero en la salud que hoy no tenemos. Le horrorizó la larga fila de corruptelas que por décadas supieron camuflar los políticos de antaño. Le indignó la interminable lista de abusos y violaciones a la ley que por 14 años soportó. Reflexionó que era común que ejerza como diplomático aquel que no tenía idea del cargo sólo por el hecho de ser afín al poder. Le sofocó la idea de que algún alcalde supo más robar que servir y que metió mano en mochilas y desayunos por igual. Le pulverizó el empeño con el que los radicales supieron escudarse bajo el manto de las wiphalas, el discurso racista y la pobreza. Se empeñó en rechazar que la gestión privada demostraba una y otra vez que era mejor y más eficiente que la pública. Le escandalizó que para ser corrupto no interesaba ser de derecha o de izquierda, porque lo realmente importante era no dejarse pescar. Como un tropiezo se dio cuenta que el hecho de que por ese entonces estén filmando en el país escenas de una conocida serie de narcos no era otra cosa más que la confirmación de que en esos lares no existían escollos para lo ilegal.

Consciente de lo veraz de sus ideas, no dio muestras de preocupación, pero asumió una actitud reflexiva y un aire solitario. No se atrevió a decirle a su hijo todas las atrocidades que solían hacer los políticos, pero tampoco estaba dispuesto a mentirle. Finalmente, buscando una salida digna, respondió:

ー Los políticos, hijo mío, debieran ser aquellos que conduzcan al país por días mejores, gente capaz y formada, salida de las universidades y no de los sindicatos, conciliadora antes que violenta, de indiscutible ética y fortaleza moral, de mente abierta para superar las taras del pasado pero con suficiente solvencia como para no excederse con los desórdenes del presente. Es decir, debería ser gente buena, no la lacra que hoy hizo de la justicia moneda corriente de su corrupción.




(Imagen tomada de: https://www.ieb.es/el-futuro-de-la-politica-fiscal-y-las-diferentes-propuestas-de-los-partidos-politicos/)

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