La Tercera Ola



No me sale del pensamiento, peor aún, se enquista y parece crecer como un hongo. Vivo sobre una avenida principal por donde pasan las ambulancias que, en un afán desesperado, trasladan pacientes COVID desde el Hospital del Sur hasta el Hospital del Norte. El sonido de las sirenas, que no es otro más que un aterrador grito de ayuda, aún me estremece, porque sé que tras él está una vida en juego, un padre o una madre que casi no puede respirar, un amigo o un trabajador que lucha por vivir; un poco más lejos estará seguramente su familia que no sabe qué hacer, que día a día se está endeudando y que poco a poco pierde las esperanzas.

La vida que se convierte en tragedia es hoy una realidad para muchos. No quiero pensar en las redes sociales que se llenan de gente que clama, implora y hasta ruega, por una esperanza de salud, por un milagro inesperado o por un soporte financiero que nunca será suficiente. Los amigos de ayer son hoy los enfermos y familiares que piden ayuda, los que son el motivo de la kermesse o de la rifa, y en varios casos son quienes en breve buscarán desesperadamente un espacio en terapia intensiva o morirán.

La muerte se presenta más aterradora que nunca y nos abraza a todos con la única idea de sofocarnos. La falta de oxígeno, la carencia de unidades de terapia intensiva, los precios desmedidos de los medicamentos y la indisciplina de una población que peca de ignorante e irresponsable, constituyen el escenario perfecto para la catástrofe.

Existen sucesos que te congelan el alma, este tiempo maldito es uno de ellos. La pandemia nos va matando el deseo de vivir, abre un acantilado entre nuestra realidad y nuestra propia capacidad de resistir. 

Pero la cadena de responsabilidades se rompe contínuamente, porque no todos miran la desgracia por el mismo cristal. Para unos el destino frío y agobiante es sólo un reloj de arena al cual hay que dejar agotarse. Ahí surgen las disputas por las festividades, porque algunos son alegres, se reúnen, se quitan los barbijos, se acercan demasiado, y, por supuesto, se contagian y, luego, nos contagian. Emergen ahí los debates sobre la economía y la estabilidad que se enfrentan contra la llegada del invierno y las nuevas cepas, y surgen las conclusiones que nos llevan a trabajar sobre los muertos o morir de hambre.

Poco a poco nos convertimos en cenizas, sólo nos queda cuidarnos y cuidar a los otros, porque  ahora la salud no es sólo un tema personal, te interesa a tí, a mi y a quienes deseen sobrevivir.

(Imagen tomada de: https://www.elhospital.com/temas/Tercera-ola-de-Covid-en-Chile-y-el-reto-de-tener-camas-hospitalarias-suficientes+137461)

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