Los buenos para nada

 


Fue preciso demandar coherencia y serenidad ante el discurso de odio del presidente, y mientras los abogados de levitas negras y cuellos acartonados trataban inútilmente de explicar que el dignatario no quiso decir lo que todos escucharon que dijo y no quiso expresar precisamente aquello que todos entendieron, el resto del país vio cómo las polillas de la muerte aún revoloteaban de un lado a otro amordazando con su vuelo las veleidades de la serenidad.

— Deja que la barba crezca —le dijo Francisco Suárez a su peluquero— ocúpate del resto.

Acababa de escampar pero aún no salía el sol, Francisco Suárez fermentaba su cuerpo en la nostalgia de sus recuerdos formando un caldo de pesadumbres hechas cenizas que solía degustar íntimamente cada vez que estaba sentado con su barbero de confianza. Sus aires de militar retirado se confundían con sus ansias de olvidar, con su incertidumbre de macho olvidado, con su respiración de toro viejo.

—¿Qué le pareció el discurso del presidente? — preguntó Joel Romano, el peluquero de ojos tristes y frente amplia de la calle de los gitanos que le cortaba el cabello desde el tiempo de las dictaduras.

—Ese no fue un discurso —respondió el coronel— ese fue el mensaje de odio típico de los políticos buenos para nada.

Joel Romano pareció no entender, desencajó la mandíbula partida y rompiendo el aire aún húmedo se atrevió a preguntar: “¿será que alguna vez seremos nuevamente un solo país?”

—Nunca dejamos de serlo —respondió Francisco Suárez — lo que pasa es que todo eso de vivir como enemigos les conviene a los que duermen con el poder. Lo que el presidente quiere es que los libros de historia hablen del golpe y no del fraude, de la masacre y no de la injusticia, del campesino y no del burgués.

ー Entonces ーafirmó con serenidad Joel Romanoー sólo somos unos títeres.

ー Ni a eso alcanzamos ーrespondió Francisco Suárezー para ellos somos la mierda que les separa de la silla del poder, para llegar allí tienen que pisarnos.

ー ¿Usted es de derecha o de izquierda coronel? ーcuestionó el peluquero.

ー Nadie es de ningún lado hasta que se muere ーrespondió Francisco Suárezー las ideologías son la vaina que usa el poder para lograr que olvidemos que somos hermanos.

El peluquero se sonrió, pero el hombre que le hablaba no bromeaba. El coronel Francisco Suárez había sido forjado en la fragua de la disciplina impuesta por el poder, en la que no importaba si uno era de aquí o de allá porque igual tenía que obedecer. Como soldado peleó por los unos y por los otros y en todos siempre encontró a la muerte al final del camino. La justicia o la igualdad, jamás, porque no importaba quién escribiera la historia, el que ganaba siempre era el poder.

ー Naturalmente ーagregóー comprenderá usted porqué afirmo que los políticos son unos buenos para nada, excepto para mandarte a morir.


(Imagen tomada de: http://www.lavanguardiadigital.com.ar/index.php/2020/12/04/por-que-ocuparse-de-los-discursos-de-odio/)

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