Pérfido Suárez, el espejo y la moral



El rostro de Pérfido Suárez fue devorado por el estupor que salió de su alma asfixiada por la indignación. Su conciencia, que en ese instante se sofocaba por la  impotencia de la verdad irremediable, no comprendía la dramática reacción ante el reflejo traslúcido que parecía desnudar su existencia en un mar de reproches. Esta vez su reacción irracional no nacía porque la oposición criticaba con saña  la gestión de gobierno o el maltrecho camino de la economía, esta vez todo se debía a una imagen, a  una visión fantasmagórica de sí mismo reflejada en el espejo de su baño.

Aquel 21 de septiembre a las 7:34 de la mañana, al verse en el espejo impregnado de manchas negras cuyas esquinas hace rato estaban ya rotas, tuvo un súbito ataque de moral. Nadie podría explicar tamaña extrañeza, menos aún en tiempos en que la ética era moneda de poco valor.

Fue ahí que Pérfido Suárez, eterno dirigente del sindicato tropical, comprendió que se enfrentaba a su moral. El hombre nunca extrañó semejante don en las decenas de bloqueos que lideró ni en las infinitas revueltas que organizó, tampoco le hizo falta cuando apuntó el dedo contra el inocente o cuando ordenó el maltrato del opositor.

— No es justo que me vengan ahora con este cargo de conciencia— afirmó. 

Su confusión era auténtica. La visión de él mismo más arrollado por la vida que arropado por la experiencia, había trastocado su razón. Dentro suyo la moral parecía batallar contra la instrucción eterna de medir al contrario con una vara distinta a la propia.

Le resultaba horrendo reclamar de los otros lo que ni él mismo daba, le parecía  inmoral identificar que ahora se proclamaba a voz en cuello que el  cumplimento de ley era algo supremo, cuando en otro tiempo él mismo fué de los primeros en pisotear la ley y violar la constitución. «¡Qué me está pasando!», reclamó sosteniéndose la cabeza.

Se hubiera dicho que para cualquiera hubiese sido una extrañeza notar que la moral suele  presentarse cuando uno se mira en el espejo, pero para Pérfido Suárez fue incluso una sorpresa enterarse de que él tenía moral.

El eterno dirigente sindical aún estaba en su viejo baño cuando tuvo la certeza de que  la estrategia de mentir a la verdad y pisotear a  la justicia, no era una exclusividad de los gobiernos de izquierda o de las administraciones de la derecha, porque supo ahí mismo y sin dudar, que la falta de moral  era un atributo que llegaba con el poder.



(Imagen tomada de: https://sp.depositphotos.com/stock-photos/efecto-espejo-roto.html)

Comentarios