Morir antes que esclavos vivir

 


A sus 39 años, Delina Guzmán Vda. de Soto se dio cuenta que el poder la engañaba. Sucedió por casualidad una mañana en la que su comadre, Ruth Soliz, le dijo que ella educaba a sus hijos para que sean libres y no esclavos. 

Faltaba poco más de un mes para el Día de los Difuntos y un clima sofocante se imponía por las tardes. Delina Guzmán Vda. de Soto no entendió la idea de ser libre y no esclavo hasta que tuvo un sueño premonitorio:  en su somnolencia identificó con claridad que el jefe eterno aún estaba vivo y sentado en el trono del poder cuando sus hijos ya estaban enterrándola. En esa pesadilla, ya con  la tierra tapando el cajón, un hombre sin ojos que luego ella identificó como su difunto marido, le decía que «él nos enterrará a todos».

Delina Guzmán Vda. de Soto se despertó aturdida, sofocada por un entierro irreal y contrariada por identificar quién era aquel que perduraría siempre en el poder. 

La respuesta fue ágil, pues esa misma mañana el poder tocó a su puerta cuando los hombres del sindicato irrumpieron para  advertirle que debía ir a la concentración popular y espontánea bajo alternativa de castigo o sanción pecuniaria.

La mujer bien conocía de aquellas obligaciones, porque en vida su marido era quien asistía como borrego a cuanta convocatoria se realizaba, no por convicción ni por ideología, porque de esto último muy poco tenía el extinto Roberto Soto, pero sí porque los pesos que le caían por asistir les venían bien para algunas necesidades básicas.

Tanta era la capacidad de convocatoria del poder que asistían a diestra y siniestra los hombres de poncho y ojota, los burócratas del aparato estatal y hasta los mercenarios de turno.Precisamente por la irrupción de estos últimos fue que Roberto Soto murió una tarde de enero en la que al poder no le interesó la salud ni el cuidado de nadie y decidió que se revienten a golpes los hermanos engañados con el discurso de la contrariedad.

Ese fue precisamente el recuerdo que le despertó a Delina Guzmán Vda. de Soto la duda sobre el camino que tomaba su vida. «¿Es correcto ir y venir como oveja para adorar al poder por unos pesos que me pueden hasta costar la vida?», empezó a pensar. Masticó y desgarró aquella idea en horas de angustia y en minutos de ansiedad, hasta que formó con ella un bolo que alimentó una precaria rebeldía en su alma. Fue ahí que decidió, sin tapujos ni armisticios, que ella no asistiría a las convocatorias que llame el poder, y ratificó para sí misma que no criaría a sus hijos para que elijan morir antes que esclavos vivir.


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(Imagen tomada de: http://blogdocorretor.com/a-volta-do-poder-moderador-no-brasil-e-com-maiores-poderes/19344/30/)

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