Porongo, la muerte y el narcotráfico


Tomó su viejo cuaderno, aquel que ya estaba cuarteado por las hojas amarillas y por los mordiscos mal disimulados de las polillas pardas que solían visitarlo. Levantó un viejo lápiz y anotó: “Entonces sintió que por el rostro le bajaba una gota caliente, no pensó que aquella era la marca de la muerte inminente, del abismo insondable, tampoco sintió dolor, porque todo fue un instante, un momento miserable en el que todo parecía transcurrir normal en un día cualquiera de la vida de alguien como cualquier otro.” 

Aquel 21 de junio, tres oficiales de policía fueron abatidos sin motivo aparente en un patrullaje de rutina en Porongo. Bolivia cargaba por aquel entonces el estigma irrefrenable de ser un estado en el cual se procesaba la droga que inhalaba el primer mundo. 

Carlos Suaznabar, un oficial retirado con aspiraciones de escritor y cargado de canas grises tomaba el sol de su jubilación en el patio de su casa en una Santa Cruz que él afirmaba ya no conocer. 

ー  Así debieron sentir ーafirmó Carlos Suaznabar, y cerró su vetusto cuaderno con la intención de proseguir al día siguiente con un homenaje a sus camaradas difuntos. 

Sin embargo, su parecer, solidario para con su institución, se vio removido la mañana siguiente cuando nuevas evidencias apuntaron a que el asesinato inexplicable pudo ser en realidad un ajuste de cuentas.

ー  ¡Maldita corrupción! ー espetó a tiempo de tirar su cuadernito sobre la mesa.  

El viejo oficial sabía que si aquello era cierto,  solamente ratificaba lo que era cotilleo diario del pueblo: la policía estaba corroída hasta la raíz. 

Carlos Suaznabar lo sabía ya, su corazón solía deambular entre su confianza por la institución verde olivo y el desazón por las evidentes muestras de corrupción. 

Ese año, como ningún otro, se habían destapado varios casos que mostraban que la política hacía imposible vivir con honestidad y transparencia. Para mal de males, una investigación periodística chilena, mostró con pruebas irrefutables que coches robados en el vecino país eran manejados por autoridades policiales locales y que los ladrones se codeaban con muchos uniformados para dejar pasar y legalizar los evidentes delitos.

Carlos Suaznabar lo tenía muy presente, y si bien aún no se conocía la razón y causa de los horrendos asesinatos del 21 de junio, bien supo anotar en su cuaderno una verdad innegable: “Estamos jodidos”.




(Imagen tomada de: https://www.freepik.es/fotos-premium/hombre-llora-hombre-muerto-tumba-cementerio-luto-duelo-muertos-war-memorial_20144019.htm) 

#muerte #policias #narco #narcotráfico #Bolivia #asesinatos #Porongo #SantaCruz #Literatura #literaturaboliviana #cuento #relato #lostiempos 

Comentarios