El comediante, el fisco y la boludez




El lúgubre aire de invierno, hecho escarcha, pareció evaporarse con el aliento cálido de la carcajada sincera, de la risa constante y de la alegría plena. El motivo no era otro más que una broma honesta, un sarcasmo abrumador pero bien encajado, cuyo efecto alborotador había acorralado al brazo recaudador del poder. El mensaje era directo, duro y real, y apuntaba en la cabeza al antropófago al que todos quisieran evitar: el fisco. 

Pasaba que aquel junio helado cuyo invierno aturdidor pesaba en el cuerpo pero no en el alma, un cómico de original talante, denunciaba públicamente que el director de la oficina de impuestos le amenazaba con aplicar todo el peso del poder si no se retractaba de una broma difundida públicamente.  

Cuando Petrona Murguia se enteró, fue sincera, mal habría hecho en tratar de simular su enojo, pues había nacido sin el don de la hipocresía.  

ー¡Que se vayan a la mierda! ーgritó con la mano en alto y la garganta empedrada de indignación.

La mujer, que por entonces rondaba los ochenta y pico años, lo decía con convicción, pues consideraba que era ridículo que el servicio de impuestos se ocupe de una broma mal entendida en vez de cobrar impuestos a los cocaleros, o en lugar de luchar de modo frontal contra el contrabando, o mínimamente dar un servicio de calidad. 

Cuando compartió su indignación con su marido, tuvo que hacer un esfuerzo para hacerle entender lo que eran hoy en día los comediantes y los recursos que estos disponían para difundir su oficio y su arte. Al cabo de un rato, sin haber podido distraer a su hombre de la tarea eterna de cavar su propia tumba en espera de que la muerte se lo pueda llevar de una vez, dejó de despotricar y decidió volver a la maraña fervorosa de su rosario de las cinco.

La bronca de Petrona Murguia fue mayor cuando el fisco, ya al finalizar el día y tras una lluvia de críticas, anunció que su comunicado había sido descontextualizado y decidió retirar las amenazas truculentas y despiadadas que pretendía ejercer. «¡Descontextualizadas mis vainas!», gritó la anciana. 

Sentada en el mecedor de mimbre dejó que su rabia se desparrame por los desfiladeros de la impotencia, y una vez calmada concluyó:

ー Estos boludos no necesitan enemigos, con ellos basta y sobra.



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(Imagen tomada de: https://www.google.com/imgres?imgurl=https%3A%2F%2Fi.etsystatic.com%2F6648266%2Fr%2Fil%2F343340%2F1292795485%2Fil_fullxfull.1292795485_dso0.jpg&imgrefurl=https%3A%2F%2Fwww.etsy.com%2Fmx%2Flisting%2F544551045%2Fsmile-version-2-mascara-de-resina&tbnid=iM8Cjt2uW-kNBM&vet=12ahUKEwit1ZDVnOX4AhXvuJUCHaywDWoQMygIegUIARC2AQ..i&docid=QrZcIsTQVIKPxM&w=1350&h=1737&itg=1&q=smile%20mask&ved=2ahUKEwit1ZDVnOX4AhXvuJUCHaywDWoQMygIegUIARC2AQ) 

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