El sicario y su abuelo


Por aquel tiempo habían muerto 6 personas en 15 días, todos dejando tras suyo una estela de incertidumbre. No era que la muerte espantosa y repentina dejaba de ser un mensaje de atrocidad, por el contrario, resultaba evidente que los muertos reflejaban una realidad lacerante: el narcotráfico se paseaba a sus anchas por las calles del país.

Cuando Rubén Argote vio que su nieto admiraba la vieja pistola que él usó en la Guerra del Chaco y que por ese entonces estaba puesta como un adorno de mal gusto en el mueble de su sala, recordó que aquel muchacho de tan solo 20 años era ahora el brazo derecho de un conocido traficante de drogas.

ー Esa pistola nunca mató a nadie ーdijo Rubén Argote. En su mirada de perro viejo estaba la interrogante de saber si el nieto había tomado alguna vez la vida de alguien.

"Panchito" Argote, que era como se hacía llamar el sobrino, no bajó la mirada, él era ya un hombre, ganaba su dinero, hacia sus negocios, vivía su vida. Su pelo corto al estilo militar no cuadraba con su camisa de colores ni sus pantalones anchos, tampoco con el collar dorado ni con la pulsera brillante, peor aún con la indisciplina de cuatrero en la que vivía el joven. Acostumbrado a las juergas y a una vida de comodidad, para una familia de origen humilde como la suya, no había otra explicación posible: el nieto manejaba dinero de narcos. 

ー ¿Y de dónde sacas tanta plata tú? ー preguntó el abuelo mirando la ropa "de marca" que vestía el muchacho. 

ー La vida es una sola ーcomentóー hay que vivirla. ¿Qué más da de dónde venga el dinero?

ー Pero uno debe ser un hombre de bien ー replicó el abuelo. 

Rubén Argote, con sus más de 80 inviernos, sintió que la sangre le subía a la cabeza, estaba harto de que la gente se meta en vainas, cansado de que el gobierno de morondanga se ocupe más de proteger a los narcos que de cuidar al pueblo, aburrido que no se pueda confiar ni en la policía, ni en la justicia, ni en Dios.

ー No fastidie abueloー respondió “Panchito” Argote. Lo hizo en mal tono, aburrido de la cháchara moralista del viejo. 

ー ¡Te me largas de esta casa! ー exclamó el hombreー aquí no hay parentela que valga ni justificativo que explique que te hayas vuelto un delincuente. 

Rubén Argote moriría poco tiempo después, afligido por una fiebre atroz y atacado por un virus que él nunca quiso admitir era el de la peste, su nieto lloraría poco a un viejo al que nunca extrañaría, pero en alguna ocasión él mismo admitiría, entre trago y trago, que su abuelo era un hombre de razón, y que en verdad en este país se morían los buenos y sobrevivían los malos.

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(Imagen tomada de: https://www.freepik.es/fotos-premium/pistola-revolver-negra-municion-flobert-4-mm-sobre-fondo-madera-oscura_19703428.htm)

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