La coca, la desgracia y el hombre


Días después, tras pensarlo bien y de un modo intempestivo,  Ruperto Achacachi entendió lo que quiso decirle su mujer. Fresco era aún el recuerdo de aquella  tarde de domingo, en la que con el pretexto de mostrarle lo que había leído en la coca, había recibido de la mujer de su vida una reflexión cocinada en fuego lento y sazonada con sangre y lágrimas. 

ー  ¿Sabes qué dice aquí? ー le preguntó, señalando con el índice las hojas de coca que yacían desparramadas sobre la mesa.  

Ruperto Achacachi inhaló el aire sofocante y se tragó el sopor de la tarde, miró el techo de calamina y sintió que una gota de sudor caía por su frente. El trópico de Bolivia no conocía de inviernos, pero sí estaba bien aderezado con los vapores de la amazonia.  

Fátima Ledezma insistió con su pregunta, pero su marido no contestó. 

ー Aquí dice que nos están matando ー afirmó su mujer. 

ー  ¿Matando a quienes? ーpreguntó el hombre con cara de consternación. 

ーA las mujeres,  a las niñas ー contestó con un tono seco Fátima Ledezma.

Fué ahí que Ruperto Achacachi se enteró que en lo que va del año y hasta ese día habían casi 25000 casos de violencia contra mujeres, niñas,  niños y adolescentes en Bolivia,  que existían 1666 casos de abuso sexual,  806 casos de estupro,  1318 casos de violaciones a menores,  1415 violaciones, 19395 casos de violencia doméstica y toda una infinidad de indignidades. 

Ruperto Achacachi se sorprendió, un espasmo gélido le atravesó el costillar y un temblor le bajó por el espinazo. 

ー¿Puedes ver todos esos datos en la coca? ーcuestionó arrebatado por la certeza de la información. 

ー No seas opa ーle dijo Fátima Ledezmaー, lo que te digo lo vi en el noticiero. 

ー Ajá ーrespondió el maridoー como yo lo veo es muy simple, hay que pedir a las chicas y a los niños que se cuiden. 

En realidad Ruperto Achacachi buscaba una salida urgente a un tema que le embriagaba de incomodidad, su sorpresa inicial, atribuida a la certeza de la coca más que al empeño reflexivo de su mujer, lo dejaba ante la incertidumbre de lo desconocido. Fatima Ledezma lo notó.

ー No pongas cara de pendejo Ruperto ーle anticipó la mujerー que aquí los que tienen que cambiar son los hombres.



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(Imagen tomada de: archivos públicos de Internet)

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