Ambrosio Catamarán, su nieto y el orgullo nacional

 



El desencanto corroyó su alma cuando su nieto le dijo sus planes para el futuro:

ー Quiero irme del país ーafirmó el muchacho que por aquel entonces tenía la misma edad que su abuelo cuando éste empezó a trabajar.

Ambrosio Catamarán no se dejó impresionar, mucho había caminado en una vida que lo llevó a hacer de todo y en todo lado. Él mismo recordaba la noche aquella en la que la gitana de turno le había dicho en una noche de San Juan que su futuro estaba lejos de la tierra que le vio nacer, el presagio era claro, los naipes no se equivocaban y tampoco lo harían las hojas de coca de su vieja nodriza cuando le auguraron que tarde o temprano volvería.

José Carlos Catamarán, su nieto, tenía la misma mirada de muerto que arrastraba desde siempre su familia y parecía exhalar el mismo aliento glacial que le hacía responder casi siempre con monosílabos.

ー ¿Y dónde se supone que quiere usted irse? ーpreguntó el abuelo.

ー Al primer mundo ーrespondió el otrora párvulo ーdonde sea, pero lejos de Bolivia.

Ambrosio Catamarán ya empezaba el invierno de su vida, su cuerpo le dolía al despertar, al caminar y al dormir, y solía llenar sus horas muertas masticando con la memoria los recuerdos de un pasado sembrado y cosechado en distintas latitudes. Creía él que de este modo no olvidaría jamás los pormenores de una vida que él siempre consideró más propia de una novela que de la realidad, y consideraba que con ese recurso tan básico podría evitar el olvido eterno en el cual, se dice, subsisten las almas de los muertos.

El hombre conocía muy bien los motivos de su nieto, las nuevas generaciones vivían rematadas por los 14 años de un populismo político y arrogante, asfixiados por la zozobra de la eterna corrupción de los políticos, traicionados por un sistema que valora más el ejercicio sindical que la academia y hundidos en una fórmula en la que el desempleo reflejaba la falta de incentivo a la iniciativa privada.

La intención del nieto no era un proyecto nuevo, muchos otros lo pretendían desde la época de la Colonia, pero lo que realmente entristecía a Ambrosio Catamarán era que su nieto nunca vivió algún orgullo nacional, no conocía de las efímeras glorias del deporte, ni de los absurdos orgullos de las victorias bélicas. 

Consciente de su falta de moral para pedirle que se quede en el país para aportar con su granito de arena al desarrollo nacional, solo atinó a darle un consejo obvio, pero sano: 

ー Uno tiene que estar donde esté mejor.


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(Imagen tomada de: https://www.istockphoto.com/es/foto/bandera-de-humo-nacional-bolivia-gm900845514-248537128)

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