Los Tiempos, el poder y la libertad de expresión


Más de una década atrás, cuando el ministro de turno dio la orden, lo hizo como quien cumple una rutina cualquiera, sin preocuparse que su decisión ahogaba en la miseria a la libertad de expresión y a decenas de familias que trabajaban para el histórico periódico sancionado.

ー Quítenles la propaganda ーfue la sentencia de aquel entonces, el ministro lo dijo sin mayor esfuerzo y respaldado en la voluntad misma del Excelentísimo, quizás por eso lo hizo casi sin inmutarse, sin dejar de lado su lectura, ni sorber en exceso su café.

El pecado del matutino, tan absurdo como poderoso, no era otro más que no comulgar con la línea del poder. 

Cuando Florencio Agapanto se enteró, no pudo dormir en días. No era que su estricta formación como periodista tradicional se le atragantaba con el futuro que podía preverse para cualquier medio a quien se le censure desde la mesa del poder, pero sí le asfixiaba saber que bajo esa amenaza nadie podría dar su opinión libremente. Tenía razón, porque tras los años duros de la restricción, después del terror de la pandemia y sin la claridad del mañana, el poder finalmente lo había logrado. Los Tiempos, el matutino cochabambino, se enfrentaba a una crisis sin precedentes.

En agosto del tercer año de la peste, varios años después del inicio de la asfixia, llegó finalmente el reclamo justo a nivel internacional. Para este entonces Florencio Agapanto ya estaba más allá que acá, solía ocupar sus jornadas reiterando qué debían poner en la mesa de Todos Santos cuando él se vaya, y únicamente volvió a tener lucidez cuando le contaron la actualidad del periódico en el que había trabajado tantos años. Fue ahí que el octogenario atinó a decir una gran verdad: “la única solución es que nos gobierne gente decente, pero eso no va a pasar, porque a la gente decente no le interesa el poder”.

Tenía razón, porque aún a pesar del transcurso del tiempo, cuando el nuevo ministro se enteró, respondió con una serie de "ajás", y varios "mmm", a los comentarios de sus asesores, y finalmente, ante la pregunta de sus burócratas de cuello blanco, ratificó que se debía seguir con la asfixia, con las reiteradas auditorías y con los eternos controles. 

ー  Métanle nomás ー reiteró el ministro, avalando lo que el poder había decidido hace años atrás y ratificando que el objetivo fundamental no era otro que cortar el disenso, acabar con el pensamiento crítico y cercenar la denuncia pública.



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Imagen tomada de: https://www.sipiapa.org/notas/1213897-fondos-mundiales-ayuda-medios-comunicacion-y-periodistas

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