Los poetas, el gobernador y Narcizo Cafetal


Aquel lunes indomable, resquebrajo de sol y lluvia, arrancaba un hecho inusitado, un suceso precioso y artístico, un acontecimiento tanto extraño como maravilloso: un encuentro mundial de poetas.

Cochabamba, próxima a ser declarada Territorio Literario, iniciaba la semana con esta noticia, una novedad distinta que permitía a los estantes y habitantes de este valle , olvidar por un breve tiempo la escasez del dólar, el flagelo del dengue, la corrupción judicial y hasta la podredumbre del poder.

La llegada de los poetas, como la poesía misma, provocaba un arranque de inspiración arrollador que era por demás conocido por Narcizo Cafetal, servidor público de ejercicio, pero poeta romántico de vocación. El burócrata, de usanza secretario de la gobernación, pero de espíritu trovador ensimismado, supo desde que se enteró del encuentro de poetas, que debía estar ahí, no en segunda ni en tercera fila, sino en primera línea dando el pecho a la belleza de la palabra y a la hermosura del verso.

El aprendiz de trovador vio cumplido su anhelo cuando supo que en el programa del evento figuraba una visita a la oficina que en la práctica le servía de prisión, y que en la teoría era su lugar de trabajo. "¡Podré ver a los poetas!", dijo para sus adentros. 

Señalaba el programa que aquella mañana de lunes el gobernador y su séquito de politiqueros iba a recibir a los poetas del mundo, y Narcizo Cafetal estaba seguro que iba a ser así, no sólo porque él mismo anotó de su puño y letra en la agenda del gobernador aquella relevante reunión, sino también porque era lógico y obvio que la principal autoridad del departamento debía darse un tiempo para atender a la cultura y al arte.

Fue entonces que en su mente emergió una cruel visión: de la bruma de sus trastornos emergió la silueta de un hombre  más arrugado que una pasa, más viejo que el tiempo y más muerto que vivo. Era un yatiri. 

ーNo los verás ーafirmó el sujeto que vestía un poncho y un chulo de vivo color.

Narcizo Cafetal se frotó los ojos ante la extraordinaria visión, dudó quién podía ser, le exprimió la mente la cuestionante temible de no saber si era un espejismo o una aparición, pero le asombró más la certeza de que el viejo tenía razón.

Su miedo se confirmó cuando los artistas llegados de Brasil, Colombia, Chile, España, Perú y quién sabe qué otras latitudes, se acercaron a la gobernación para recibir el rechazo contundente a algo tan simple y transparente, como era una visita protocolar. El gobernador,  aún habiendo confirmado la reunión, decidió a última hora suspenderla. 

Semejante desaire trajo a la memoria de Narciso Cafetal las innumerables ocasiones en las que el Ministerio de Cultura fue la moneda de cambio para dar espacio a quien no lo merecía, o que constituyó el presupuesto al cual meter mano; agobiaron su memoria los pocos museos, los escasos teatros, los premios manipulados y las ninguneadas de los políticos.

Justo cuando el poeta desfallecía de decepción, el yatiri sentenció: “Lo que pasa es que al poder no le interesa la cultura”.


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(Imagen tomada de: https://humanidades.com/)

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