¡Ni Lucho, ni Camacho!


Encabronada por la noticia, Filiberta Magdalena desparramó el rebalse de su impotencia ante su familia:

ー ¡Ni Lucho, ni Camacho! ーgritó en un espasmo de liberación que inundó de indignación la mesa de la cena.

Aquel día, sin darse cuenta y habiendo atravesado de modo silencioso los carnavales y el Miércoles de Ceniza, había vencido el plazo dado al presidente para que éste firme la amnistía a los presos políticos del país.  No lo iba a hacer.

En las noticias, por aquel entonces cargadas de las violaciones de cada día y de la corrupción reiterativa, destacaba que el nuevo líder de los cívicos del oriente enarbolaba la bandera del revocatorio. Fue ahí que Manrique Cerezo, el hijo mayor, atinó a decir que el único que podría hacerle frente a Lucho era Camacho, y fue ahí que alguien más dijo que lo más seguro era que quien más ganaría con toda esta vaina iba a ser Evo.

ー  ¡Necesitamos nuevos liderazgos! ー proclamó Manrique Cerezo.

ー ¡Sí, rostros nuevos como el de Facundo Tulipán! ーplanteó Romina Cerezo, su hermana. 

ー ¡O el de Frida Centeno! ー se emocionó Susana Trigal, la nieta que acababa de cumplir la mayoría de edad y que ansiaba ser parte del padrón electoral.

En realidad Romina Cerezo y Susana Trigal referían dos nombres de líderes emergentes que, en sus propias generaciones, habían sabido brillar; pero, como suele suceder, no todos opinaban lo mismo,  y así pasó con la matriarca de la familia.

ー Pero y a esos ¿Quién los conoce? ーpreguntó con rostro de desconfianza.

Pasaba que Filiberta Magdalena estaba aburrida de repetir el mismo ciclo de siempre, de volver a elegir entre los mismos políticos corruptos de antaño, de tener que regalar su voto al menos malo, de disimular que la democracia era algo útil y de tener que soportar la hipócrita postura del conformismo; lamentablemente tampoco estaba dispuesta a dar su apoyo a las nuevas generaciones porque sencillamente ella no era parte de aquellas, porque no las entendía ni las quería comprender.

Con la certidumbre de que ni Lucho, ni Camacho eran buenas opciones, y negando la postura de su abuela, Susana Trigal pensó: "si no es sangre nueva la que nos saque de la miseria y la corrupción, entonces estamos jodidos".



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(Imagen tomada de: https://es.123rf.com/imagenes-de-archivo/liderazgo.html)

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